El notable Augusto Nux

Guillermo Alberto Alfieri
-Empecemos por el principio
-Nací el 21 de mayo de 1910. Me anotaron como Augusto Fermín Nux, cuarto de los cinco hijos que tuvieron Clorinda Dambrine y José León Nux. Vivíamos en calle México, entre Tucumán y Santiago del Estero.
-¿A qué se dedicaba tu papá?
-Vino de Francia con el oficio de yesero. En ese carácter participó en obras muy importantes en Paraná, como la del Teatro 3 de Febrero. Cada adorno fue confeccionado en molde especial.
-Padre yesero, hijo ingeniero
-En casa de mis padres siempre había cemento, arena, mosaicos, ladrillos y demás cosas que tenían que ver con la construcción. Podría haber sido albañil, aunque miraba un poco más arriba. Mi hermano mayor se recibió de ingeniero en Córdoba y yo le seguí los pasos. Fue una carrera que cursé con mucho gusto. Tenía un amigo, Tristino, al cual conocí en el primer año del Nacional y desde entonces se convirtió en un amigo hermanado. Su papá era ingeniero, así que ambos teníamos a quién seguir en la familia. Cursamos la carrera juntos, en la Universidad de Buenos Aires. Me recibí en 1934, con la ayuda de mis hermanos.
-¿La familia tenía un buen pasar?
-No te creas. Por la guerra del 18 mi padre no tenía trabajo porque faltaban materiales de construcción y no había obras. Entonces había que ingeniárselas como sea. Mi madre, que era guapa, se las rebuscó para defender y alimentar a una familia de cinco hijos. Empezó cosiendo: inventó una suerte de máquina eléctrica, con una Singer, una correa y un motor. Luego, cuando la casa tuvo que agrandarse, un español le construyó una cuadra de hornos especiales.
-¿Para trabajar el yeso?
-No. En este caso mi madre optó usarlos para hacer pan casero. Con su producción iba a la feria, cuando estaba ubicada en la plaza donde está el ex Seminario, y vendía muy bien. Utilizamos una de las habitaciones de casa y la transformamos en una panadería de venta al público. Otra de las cosas que vendíamos era leche; de eso me encargaba cuando era chico: salía a la calle con un tacho de cinco litros y la vendía por ahí. Tuve la desgracia de tener varios clientes que no me pagaban. Fue entonces cuando tuve la imagen de lo que significa el tramposo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)