“Una forma de aprender y compartir”

Florencia Penna
El miércoles 9 se supo la noticia: “La Correveidile cierra y se despide de todos”. Así quedó asentado en el blog de la librería que, aun, mantiene parte de sus arcas en La Paz 82. Cabe señalar, dada la coyuntura, que éste será un punto de visita obligado para quienes busquen como regalo navideño, excelentes títulos a buen precio.
Paola Calabretta y Javier Bendersky comenzaron en 2005 el proyecto ofreciendo libros y revistas de editoriales independientes, de escritores y creativos jóvenes y no tanto, de algunos consagrados de ahora y de siempre, deambulando por cuanto evento cultural les cediera el espacio para instalar el puestito, pero, también, visitando instituciones educativas y distintas ONG.
De a poco el catálogo se fue engrosando y empezó a llegar vía e-mail a potenciales clientes. El contacto con unos y otros favoreció que surgieran proyectos como el Cabarute de Puesía, donde leyeron escritores de la región, y el sello Ediciones de la Intemperie, que propiciara la aparición de óperas primas, nouvelles y poemarios. El sueño de la librería propia llegó en abril de 2008, cuando abrieron las puertas de La Paz 82, un pequeño local que llegó a estirarse y agrandarse por la voluntad y camaradería de los que allí se han reunido. Porque además de vender publicaciones, se ofrecieron muestras y se realizaron actividades extra comerciales.
El espíritu del proyecto estaba claro, y así se explicitó: “La Correveidile es una librería especializada en ciencias sociales y literatura. Intentamos que sea un espacio de difusión de editoriales y autores y que abra, a través de nuevas lecturas, la posibilidad de nuevas miradas sobre la realidad”. Javier Bendersky dialogó con ANALISIS sobre el devenir del proyecto.
-¿Qué estuvo bueno y que no en el pasaje de la Correveidile, de ambulante a local comercial?
-Creo que en general fue muy bueno haber abierto el local. Del lado malo pondría el horario de comercio y, un poco más seriamente hablando, la imposibilidad de poder viajar con los libros a otros lugares, o participar de eventos donde nos invitaban -como habíamos hecho con el formato ambulante-, ya que la atención de la librería era una actividad diaria. Y del lado bueno todo lo demás: tener un lugar fijo donde encontrarnos con los lectores, donde uno podía conversar sobre libros, la posibilidad de armar el Espacio de Arte, así como también poder ampliar el catálogo tanto en cantidad de títulos como de editoriales.
-¿Se puede decir que el lugar generó un espacio de encuentro para las artes y el pensamiento?
-Dicho así suena un poco grandilocuente… supongo que se generó un espacio de encuentro para alguna gente interesada en la literatura argentina, la poesía, los libros raros y las ciencias sociales. Muchos clientes y amigos encontraban cosas que buscaban hacía tiempo sin éxito o, incluso, autores o textos que no conocían pero los interpelaban muy particularmente. A partir de ahí, las derivas son impredecibles. Me gusta pensar que algunos proyectos artísticos o de pensamiento se hayan nutrido de la Correveidile, así como la Correveidile se inspiró y aprendió de otros proyectos anteriores.
-La novedad es que se cierra el local, ¿culmina el proyecto también?
-De momento sí, la librería cumplió una etapa y los elementos que se conjugaron para que exista se han dispersado en el viento. Así como la Correveidile surgió al abrigo de otras experiencias previas de quienes participamos, supongo que el proyecto se continuará de algún modo en otros proyectos por venir. Pero sí, tal como Correveidile el proyecto está culminado.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)