Morir en la ciudad

Camila Fernández
Susana(*) lo miró detenidamente y vio en los ojos de él la ausencia. No había nada más por hacer. La mañana estaba calma. El sonido del viento llegaba de a ratos por la inmensa ventana de la vieja habitación. De camino a la cocina tomó el teléfono y marcó el número que estaba pegado con un imán en la heladera. “Usted se ha comunicado con el Servicio de Salud (...) Marque 1 para atención médica, 2 para traslado de ambulancia, 3 para turismo, y 4 para servicio fúnebre. Sino, aguarde y será atendido”. La voz prolija del operador se apagó. Susana estaba inmóvil. Cortó. No se le había ocurrido. ¿Debía llamar primero al médico, al servicio de ambulancia o reservar un lugar y averiguar cuánto cobraban en la sala funeraria?
Así es. La muerte también es un negocio. Muchas veces, un trabajo que da de comer a miles de familias: empleados municipales, sepultureros, herreros, carpinteros, jardineros, floristas, pintores, maquilladores de cadáveres, choferes de ambulancias y de autos fúnebres; empresarios de casas de sepelios, de cremaciones y marmolerías; hasta los médicos tienen una especificidad profesional para el rubro: los médicos forenses. Y no nos olvidemos de la Iglesia y de sus curas a domicilio. La muerte es un negocio que es parte de este mundo. Del mundo de los vivos.
Los cementerios
En la ciudad de los muertos el tiempo parece detenerse entre los panteones de vidrios rotos y las placas herrumbradas. Los claveles podridos dentro de los frascos de vidrio amohosado nos dicen que la vida de los otros continúa. Pero allí está, sin embargo, ese ser querido entre miles de otros cuerpos desconocidos. El espacio ya no da para tantos. Quizá Susana no quiera llevar a alguien a quien todavía ama al colapsado Cementerio Municipal, donde se van vaciando alrededor de 15 lugares por semana.
El día de cierre de edición de este semanario habían entrado al Cementerio Municipal cuatro fallecidos. Generalmente, se alojan entre dos y cinco por día. El total ronda los 40.000 ataúdes. Según el subdirector a cargo de la Dirección del Cementerio Municipal, Claudio Nessi, “al mes se entierran entre 60 y 90 cuerpos y la mayoría en nichos”. Mientras que el servicio privado que está a cargo de las cremaciones en la necrópolis realiza aproximadamente 30 cremaciones mensuales a un costo de 800 pesos cada una. Haciendo un cálculo rápido serían casi 290.000 pesos anuales (sin descontar los costos). Y sin tener en cuenta las numerosas exhumaciones que se realizan por semana (de familias morosas) a 100 pesos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)