Unidad Penal Nº 1 de Paraná

La reclusión como forma de vida

Edición
929

M.G.
(especial para ANALISIS)

El problema de la convivencia entre los reclusos no es un tema menor. Muchas veces, los conflictos son producto de la necesidad de imponerse frente a los demás. “Una forma de buscar el respeto es que te tengan miedo”, contó a ANALISIS un interno que obtuvo recientemente la libertad condicional.

Esto —explica— genera un círculo vicioso, en el que se suceden las acciones violentas, los castigos y el ensañamiento de las fuerzas de seguridad con quienes se comportan de ese modo: “Tuve muchos castigos, por muchas cosas. Más en el principio: habrán sido 12 o 13 veces. Después fui creciendo, de la cabeza y del corazón. La sangre se me enfrió. Si uno es problemático, le cuesta mucho ganarse la confianza del Servicio (Penitenciario). Porque de esa forma hay mucho resentimiento de por medio”, reveló.

El establecimiento tiene dos pilares de tratamiento correccional: la educación y las actividades de labor- terapia. Una forma de “ganarse la confianza” del Servicio Penitenciario, además de mantener una buena conducta, es participar en ellas.

Los niveles de enseñanza a los que pueden acceder los reclusos van desde la alfabetización, para aquellos que no tuvieron la posibilidad de aprender a leer y escribir, hasta la instrucción universitaria. Junto a los niveles primario, secundario y terciario existe también una actividad diagramada por el Consejo General de Educación (CGE) que consiste en talleres no formales para adultos, entre los cuales se encuentran los de electricidad, carpintería y herrería.

Las actividades laborales, denominadas labor-terapia, cuentan con alrededor de 20 talleres específicos. Allí, los internos trabajan y se les abona lo que se llama un “peculio”, que es una remuneración por lo realizado. Entre esos talleres se cuentan el de herrería, carpintería, zapatería, tapicería, chapa y pintura, mecánica del automotor, lavadero del automotor y panadería. También hay una fábrica de tiza y una imprenta. Al interno se le realiza un examen prelaboral y se lo ubica en el taller más acorde a su experiencia o situación.

Cumplir con esas etapas del “tratamiento correccional” trae sus beneficios: “A mí no me acortaron la pena, pero me gané la (libertad) condicional. Fui paso a paso. Empecé barriendo. Después, me dieron la oportunidad de ir a la panadería y de ahí pasé al lavadero. Tuve también la posibilidad de tener salidas sociolaborales, y las aproveché”, relató quien hace dos meses recuperó su libertad.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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