Hacia un domingo de elecciones

Las interpretaciones forzadas

Edición
942

Antonio Tardelli

La competencia, escenario ideal para el esclarecimiento, oscurece. A un inasible cuadro político, que en diferentes territorios ofrece comportamientos ciudadanos diversos, sin rasgos comunes evidentes, se añade la manipulación inherente a la arenga. Es el espacio de las interpretaciones forzadas. La oposición, esa imposible construcción, suma lo que no se puede sumar e imagina escenarios improbables. El gobierno, enamorado de sí mismo, canta victoria donde no la hay. Todos, desde su perspectiva egoísta, leen amañadamente los resultados de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Los sucesivos comicios demuestran apenas dos cosas: que la Presidenta no tiene asegurada su reelección y que las distintas variantes opositoras están aún lejos de poner en serio peligro al espacio gobernante. Todo lo demás es hojarasca.

Tal vez sí importe puntualizar que el proceso electoral en marcha, con sus hitos del domingo, del 23 de octubre y eventualmente del 20 de noviembre, se desenvuelve en el marco de una legislación que se ha mostrado insuficiente para subsanar el problema de la representación.
Abrir los partidos a los no afiliados era la respuesta adecuada a la burocratización dirigencial y a la falta de sintonía entre las estructuras y la sociedad. Pues bien: los ciudadanos convocados a la elección nacional del domingo apenas si podrán refrendar lo resuelto por las cúpulas. Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) son la convalidación formal que los partidos, en estruendosa crisis, le exigen a ciudadanos confundidos. Ni una sola candidatura presidencial se resuelve el fin de semana. ¿No es la palmaria demostración de un fracaso? Además, la proscriptiva cláusula del 1,5 por ciento, que puede dejar sin octubre a las fuerzas menores, corrobora la incapacidad de la dirigencia para resolver el tema que más le importa: la distribución del poder.

Únicamente una cosa puede empeorarle las cosas al votante argentino: vivir en Entre Ríos. El régimen aquí instaurado por la denominada Ley Castrillón, nacido fundamentalmente para resolver cuestiones internas del peronismo, no soluciona ninguno de los problemas vinculados con la vida de los partidos políticos y al mismo tiempo genera otros. El régimen electoral con el que se votará es el castigo que una dirigencia irresponsable le propina a la sociedad. Su incompetencia, revelada en la imposibilidad de reformar un sistema que a esta altura sólo genera rechazos, es la causa de un retroceso en la calidad institucional. Para diseñar e instrumentar un sistema electoral justo y eficaz sólo hace falta decisión, cualidad insuficiente para enfrentar asuntos más complejos, como los del empleo o el crecimiento económico. Pero si los dirigentes no pueden lo menos, ¿cómo podrían lo más?

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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