Mundo remisero

Camila Fernández
Eran las tres de la mañana y Valeria llamó a un remis. “Mejor me voy en auto, por las dudas”, le dijo a su amiga. Valeria vive a casi seis cuadras de la casa de Sofía, pero cuando se hace demasiado tarde y la calle se pone oscura toma la precaución de no volver a pie. Aquella noche Valeria esperó casi media hora en la puerta del edificio. “Algo debe haber pasado”, pensaba cuando vio que se acercaba el auto de otra empresa con la franja verde identificadora de los servicios de remises en la ciudad y le levantó la mano para que pare. El chofer estacionó de inmediato y ella al abrir la puerta lo saludó “qué bueno que paró, hace rato que espero a uno, ¿me lleva?”.
Al llegar a su casa el remisero le dijo que eran 9 pesos. Valeria exclamó que cómo era posible semejante cantidad si a ella siempre le cobran mucho menos por ese viaje.
-La tarifa de noche aumenta, respondió el chofer con verdadero descaro.
-¿Usted cobra por kilómetro recorrido, verdad?
-Sí.
-Entonces dígame cuántos kilómetros hicimos en seis cuadras...
El hombre le dijo que a él le marcaba nueve pesos. Valeria le pagó y con los ojos en llamas se bajó del auto. Le habían hecho el cuento y no pudo hacer nada. El remís arrancó y su motor sonó como ese runrún habitual de la calle donde se dice que la harto conocida viveza criolla es quien gobierna el alma urbana. El rumor de que “el que no afana es un gil” se confirmaba esa noche para Valeria.
En Paraná las empresas de remises no tienen tarifas, sino precios. Las tarifas son fijadas por el Estado y los precios a gusto de las empresas. Claro que las primeras influyen en los segundos. Hoy en día “la mínima” es de siete pesos en la mayoría de las remiserías, monto que equivale al recorrido de un kilómetro. Casi en su totalidad los autos no tienen ningún tipo de reloj o medidor. Basados en un sistema muy elemental los choferes se limitan a calcular a ojo con el cuentakilómetros la distancia recorrida o llaman a el o la operador/a para que la verifique (quienes usualmente son los únicos trabajadores en blanco de toda la empresa).
En taxis el último aumento de la escala tarifaria fue en octubre del año pasado: bajada de bandera cuatro pesos, cada 100 metros una ficha de 0,25 centavos, por cada minuto de espera 0,25 centavos hasta 10 minutos y el mismo monto por cargar bultos que excedan los 0,60 centímetros (Decreto 1557). Según este cálculo un kilómetro en taxi sale 6,50 pesos y siete en remís. Un viejo taxista le dijo a esta cronista “Lo que pasa es que está en la cabeza de la gente que el taxi es más caro y no es verdad. Depende de la empresa. Hay una que te cobra 11 pesos el viaje de 15, pero en general no son más baratos”. Aunque hay una cooperativa de taxis que su ficha de 0,25 centavos no cae cada 100 metros sino cada 80, incumpliendo el Decreto 1557. El kilómetro sale un poco más de siete pesos. En relación a estos montos las remiseras determinan sus precios, algunas cobran menos que otras y así las distintas tribus van disputándose la calle con sus paradas y esquinas.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)