Se acabó lo que se daba

Álvaro Moreyra
La vorágine en la que se encuentra sumergido el fútbol argentino necesita, lamentablemente, de decisiones apresuradas, cambios de timón poco analizados y el tiempo para trabajar es prácticamente inexistente. Sucede en cualquier torneo, no es potestad de uno, sino que el fútbol argentino en su totalidad se encuentra inmerso en ese triste presente.
Lógicamente que pensar en procesos a largo plazo es una quimera. Es por eso que a veces suena hasta risueño que algún entrenador hable del tema. Hoy es imposible, por más tajante que suene.
De un tiempo a esta parte, los resultados mandan; los dirigentes se dejan guiar por la presión de una hinchada y eso se convierte en un mix nocivo.
Es un combo que solamente unos pocos pueden manejar, porque las reglas del fútbol, cual leyes del mercado, marcan eso y estar afuera parece ser el peor de los errores.
Hasta no hace mucho tiempo, Paraná era un oasis en esta cuestión. Muchos de los jugadores que recalaron por estas tierras dejaron bien en claro lo tranquilo que trabajaron y, si tuvieron que irse antes, fue por cuestiones particulares, por caso la ida de Ricardo Zielinski a Belgrano de Córdoba, en el primer semestre de debut de Patronato en la B Nacional. Otra fue el alejamiento de Miguel Amaya cuando El Rojinegro aún militaba en el Argentino A, pero en ese momento se terminó un proceso al cerrarse la primera parte del torneo que en el semestre siguiente iba a deparar el ascenso del Santo.
Después llegaría Marcelo Fuentes, el ascenso, se iría y llegaría El Ruso Zielinski, que renunciaría; Fuentes tomaría nuevamente las riendas del equipo y lo dirigiría un año y medio.
Hasta que llegó la dupla Luis Medero y Claudio Marini, ahora ex entrenadores. La dupla, una de las pocas que todavía trabajan de esa forma en el país, llegó en agosto del año pasado y fue despedida 10 fechas antes de que finalice la temporada.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 11 de abril de 2013)