De un pasado común y un futuro incierto y vacío

J.R.
La uruguaya Fray Bentos y la entrerriana Santa Elena son ciudades mellizas. Las barrancas con sus caminos serpenteantes que bajan hasta el río, las chimeneas de ladrillos vistos, las construcciones con techos a dos agua y ornamentos variados son apenas los rasgos familiares compartidos de dos ciudades que encuentran en el pasado y en el destino los puntos más firmes de su hermandad.
En Fray Bentos estuvo desde 1865 el frigorífico Liebig, que fue rebautizado a lo largo de los años hasta convertirse en El Anglo. En Santa Elena una planta cárnica de similares características comenzó a funcionar en 1871, y con el cambio de manos a principio del siglo XX se lo llamó Frigorífico Establecimientos Argentinos Bovril Ltda.
Hay una frase que se dice con tono jocoso y melancólico en las dos localidades: “en esta ciudad, lo único que se desaprovechaba de la vaca era el balido”.
Como una herida burlona que no se cansa de enrostrar un pasado diferente, en ambas ciudades hay sendas canchas de golf que –dicen los entendidos de las grandes urbes que llegan hasta allí para utilizarlas– son magníficas. En las dos ciudades se habla del barrio inglés, y en ambas se palpa un pasado de temprana actividad futbolera. De ciudades fabriles como esas nació la pasión argentina de patear una pelota.
En Fray Bentos, como en Santa Elena, se habla de un pasado dorado, y el recuerdo de la chimenea escupiendo humo nunca hizo pensar en malos presagios, ni en contaminación, ni en pobreza. En la Era del Equívoco, todo está tan mezclado que la presencia de un viejo imperio con dueños ajenos es motivo de buenos recuerdos. En Santa Elena y en Fray Bentos dicen que los frigoríficos crearon la escuela y dieron trabajo a toda la población.
(Más información en la edición gráfica número 994 de ANALISIS del 10 de octubre de 2013)