Con el ascenso de Capitanich, el sueño entrerriano sufrió su peor golpe

La frustración

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997

Jorge Riani

Si hubo un momento de intensidad para el “sueño entrerriano”, ese momento ya pasó. La larga siesta de ilusiones se vio sacudida con forma de profunda frustración: el gobernador Sergio Urribarri no estuvo en los planes de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al momento de designar a un jefe de Gabinete.

Pero la mala noticia para el gobernador entrerriano vino tanto por no haber sido agraciado por la designación, como por el hecho de que ese cargo haya quedado en manos de su par de Chaco, Jorge Capitanich.

Es que Capitanich y Urribarri llegaron a convertirse en un dilema peronista como aquel que impuso Marcelo Bielsa cuando estuvo al frente de la Selección Argentina: Gabriel Batistuta o Hernán Crespo. Y lo que en fútbol no se pudo resolver, en política mucho menos: el cargo presidencial para 2015 es sólo uno, y Jorge Capitanich quedó mejor posicionado.

Los gobernadores entrerriano y chaqueño fueron las figuras que un kirchnerismo desconfiando de las intenciones finales del mandatario de Buenos Aires, Daniel Scioli, proyectaron en el universo de postulantes a suceder a Cristina en 2015.

Contábamos en la edición de ANÁLISIS posterior a las elecciones legislativas, que con las elecciones de octubre, Urribarri se ilusionó más todavía en su sueño entrerriano. Es probable que haya disfrutado tanto el triunfo de su fuerza en Entre Ríos, como la derrota del gobernador Daniel Scioli en Buenos Aires. Scioli ha sido siempre el fantasma que amenaza con sacudir el “sueño entrerriano”.

Scioli es un profesional del poder. Llegó a gobernar la provincia donde todos esos poderes–disímiles, brutales, descarnados– se expresan con su mayor fulgor e impiedad, y aún así lograr ser el hombre fuerte, el político del que no se puede prescindir si se habla de gobernar la Argentina.

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