Los gritos del chofer

Por Daniel Enz
“Después de la última tapa de ANALISIS nos queda claro que el narcotráfico ya está entre nosotros, en diferentes estamentos. Para corromper a políticos, policías, legisladores y hasta a algún hombre o mujer de la justicia, además de choferes o allegados a la máxima estructura del gobierno entrerriano”. La frase la dijo esta semana, en off, un alto hombre del Poder Judicial de esta provincia y no deja de ser una síntesis. Lo publicado por esta revista, sobre la forma que se ocultó la participación del ahora ex chofer de la Secretaría Privada de la Gobernación, Marcelo Alejandro Acosta, detenido con 20 kilogramos de cocaína de máxima pureza, en el atardecer del 13 de mayo, generó bronca e impotencia en sectores oficiales -porque no tuvieron demasiado margen para salir a responder públicamente lo revelado, más allá de las declaraciones políticamente correctas del ministro de Gobierno, Adán Bahl- y preocupación en ámbitos judiciales y en la oposición. Tanto desde la UCR como del socialismo exigieron respuestas y pidieron inmediatos controles que hoy por hoy no existen en el lote de más de unos 15 choferes que dispone la Secretaría Privada de la Gobernación para el manejo de unos 30 vehículos oficiales, aunque solamente 3 o 4 son los que trabajan para el gobernador. Sin embargo y casi en silencio, además de hacerse en horario vespertino para no llamar la atención, desde la semana pasada se empezaron a colocar un total de 70 cámaras de video en diferentes sectores de la Casa de Gobierno, para ser monitoreadas desde un lugar de control no determinado.
Los coches oficiales, supuestamente controlados por dos hermanos comisarios, de estrecha confianza de Sergio Urribarri (al punto tal que son conocidos en el sitio de videos Youtube.com por aparecer cantando el tema Puerto Mon con el mandatario entrerriano, en cuanta fiesta popular se lo pidan) evidentemente no son inspeccionados correctamente. De otra manera no se entiende el personalismo que existe de parte de cada uno de ellos para tomar los autos oficiales como si fueran propios, tal como sucedía con Marcelo Acosta. “El como los otros, llevan el auto a sus respectivos domicilios, lo dejan en garajes particulares y no rinden demasiada cuenta de sus movimientos. Pagan los tickets de nafta y luego logran su reintegro, además de exigir viáticos. Y si tienen que viajar a ver a sus familiares a alguna ciudad, no lo dudan y al regreso piden los reintegros”, indicó un conocedor del movimiento de los autos oficiales. “Casi todos ganamos más con los viáticos que con el sueldo”, acotó.
(Más información en la edición gráfica número 1008 de ANALISIS del jueves 28 de agosto de 2014)