El asesinato de Priscila Hartman

Un historia de amor secreto que terminó en crimen

Edición
1012

Ricardo Leguizamón

La mirada busca algo allá abajo: allá abajo el agua se desploma con furia, cae dando brincos, cae desde acá arriba, una cortina húmeda, infinita, que se pierde en un arroyito amarrete. El agua cae destrozándose, pero enseguida encuentra la calma.

Priscila Ailén Hartman, sentada en un risco, mira hacia allá abajo, el agua que se vuelca como en un tobogán frenético, una caída a los tropezones, que después se desliza con la serenidad que sigue a las tormentas, ahí sentada quizá entonces habrá pensado escribir aquella frase: “La risa es el amortiguador que alivia los golpes de la vida”.

No siempre.

Una noche, la noche del jueves 23 de octubre, salió de casa, se despidió de su mamá Carina, prometió ir donde unos amigos, y volver temprano. No volvió. Ni esa noche ni las que siguieron. Priscila Hartman, 22 años, apareció muerta el domingo 26, en un descampado próximo al cementerio de San Benito: la autopsia diría que murió por asfixia mecánica, aunque los forenses también descubrieron un puntazo en la zona de la tráquea.

Facundo Bressán, 19 años, con quien Priscila mantenía una relación entrecortada, quedó como el principal acusado por el crimen. Las pruebas lo incriminan, aunque se ha negado a pronunciar palabra sobre el caso. El martes, cuando los fiscales Juan Malvasio y Álvaro Piérola solicitaron la recalificación del expediente, como “Homicidio triplemente calificado por violencia de género, alevosía y ensañamiento”, y la jueza de Garantías Marina Barbagelata le dictó la prisión preventiva por 90 días, tampoco dijo una palabra.

El silencio, otra vez.

(más información en la edición gráfica número 1012 de la revista ANALISIS del jueves 30 de octubre de 2014)

Edición Impresa