Chilo Zaragoza: el incómodo recuerdo de la primera víctima entrerriana del terrorismo de Estado

b>Por Américo Schvartzman
Desde Concepción del Uruguay
Este mes de junio se cumplen cuatro décadas del día en que la Triple A destrozó a balazos al uruguayense Juan Ramón Chilo Zaragoza, el primer entrerriano en la larga lista de víctimas –muertos o desaparecidos– del terrorismo de Estado en la Argentina. Al igual que los estudiantes de la Noche de los Lápices, su pecado fue pelear por la jerarquía de la educación pública. Era un militante comunista, enemigo de la lucha armada y un estudiante destacado y aplicado. Sus perseguidores lo deshonraron incluso después de muerto: su tumba en el cementerio de Concepción del Uruguay fue ultrajada. Pero Chilo, homenajeado en La Plata –ciudad donde desarrolló sus estudios y su militancia– no es recordado en las efemérides oficiales en su propia ciudad de origen.
Es que Zaragoza es una víctima incómoda: fue acribillado por el terrorismo de Estado promovido, organizado y financiado desde el gobierno peronista por José López Rega, alentado además –según denuncian distintos autores– por el mismísimo Juan Perón. Quizás por eso su crimen sigue impune y la causa que debería investigarlo –que paradójicamente está en manos de un uruguayense, el impresentable juez del poder Norberto Oyarbide– no ha tenido ningún avance.
Por su parte, el PJ gobernante en su ciudad, tan afecto en estos años a apropiarse de símbolos ajenos, en especial vinculados con los derechos humanos, no quiere saber nada con la figura de Chilo: ni homenajes formales en su nombre, ni un lugar público que lo recuerde. No obstante, docentes, estudiantes y gremios recuperan su figura y su memoria.
Chilo Zaragoza, cuarenta años después, sigue siendo un muerto incómodo para el poder y también para quienes desde el oportunismo se han presentado falsamente como impugnadores de ese poder.
“Eduardo Sigal se despertaba con la frente caliente y no podía creer que Juan Ramón Zaragoza estuviera muerto. Era el primer muerto político que lo había tocado de cerca: un militante de la Fede de Ciencias Exactas de La Plata secuestrado por un comando que lo tiró, horas después, baleado, en un zanjón de Berisso (…). Fue con el hermano a reconocer el cadáver. No mostró ningún signo de emoción o de debilidad: al fin y al cabo, como estudiante de Medicina, estaba preparado para ver un cuerpo muerto. Pero nunca se pudo sacar esa imagen de la cabeza. Ni siquiera en los meses siguientes, cuando las Tres A mataron a tantos otros". (Eduardo Anguita y Martín Caparrós, en el tomo 4 de La voluntad: una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina).
(Más información en la edición gráfica número 1022 de ANALISIS del día 11 de junio de 2015)