Crónica entrerriana del último paso de Silvio Rodríguez por Argentina

La mágica vuelta del trovador

Edición
1022

Juan Cruz Varela

Pero lo cierto es que bastó apenas que el auditorio quedara en penumbras y asomara (remera negra y pantalón de jean, boina negra, “espejuelos”, barba cana) en el escenario, para que Silvio Rodríguez Domínguez reafirmara ese romance a primera vista (como él mismo lo ha definido más de una vez) con el público argentino, que se remonta inclusive a tiempo antes de su primera visita al país y que viaja hasta los años de la dictadura, cuando su música circulaba clandestinamente entre los fanáticos. Banderas cubanas, la imagen del Che, aplausos interminables recibieron al trovador y poeta habanero en su vuelta al país, después de dos años, confirmando una vez más la afinidad ideológica que lo une con el público argentino y una fidelidad a prueba del paso del tiempo.

No hubo gira esta vez. No le picó cerca al Litoral. Ni Rosario, como en 2011, ni Santa Fe, como en 2012, pero ahí estaba, otra vez, para regalar una noche celeste y cordial.

Esta vez, Silvio dejó algunas pistas sobre Amoríos, un nuevo disco que está listo, a la espera de ese algún día para ver la luz, y donde trae un sutil puñado de historias sobre el amor. Sí, el trovador ya no le canta a la Revolución, tal vez como quisieran los nostálgicos, ahora le canta al amor. Y sin embargo no pierde la magia. Ni en su música ni en el escenario. Lejos de eso, recupera esa máxima del revolucionario que llama a endurecerse sin perder la ternura. El trovador conserva esa química con sus seguidores, una conexión que no se explica solo desde la admiración por el artista, o en todo caso va más allá, y se entiende a partir de cuestiones de ideologías, luchas, símbolos e ilusiones compartidas durante décadas.

Abrió el recital con Una canción de amor esta noche, uno de los pilares del nuevo disco: “Una canción de amor esta noche / inesperada para mi voz / una canción de amor y de goce / una canción de amor de los dos”.

Y le siguieron otras tres de esas nuevas historias de amor todavía desconocidas.
Llegaría luego Tonada del albedrío, al guerrillero heroico, con aplausos incluidos para la estrofa que reza: “Dijo Guevara el humano / que ningún intelectual / debe ser asalariado / del pensamiento oficial”.

–Chauvinistas que somos… les gustó la de Guevara –dijo tras la primera gran ovación–. No tengo ninguna de fútbol –agregó enseguida, arrancando algunas risotadas cómplices.

(Más información en la edición gráfica número 1022 de ANALISIS del día 11 de junio de 2015)

Edición Impresa