Toritos de Chiclana continúa sumergido en manejos poco claros

El ocaso de un club que supo brillar

Edición
1031

Álvaro Moreyra

Otrora sinónimo de familia, de unión, de ligazón, de trabajo mancomunado en pos del crecimiento. Antes, hablar del club en cuestión era confraternizar con el otro, esforzarse por todos, amar los colores. Sentir.

Hasta la capital entrerriana llegaban las mejores instituciones de Sudamérica en las infantiles para el Internacional, en las frías vacaciones de invierno; y las juveniles para el Panamericano, en las calurosas jornadas del verano paranaense. Hoy eso forma parte del pasado, lejano por cierto. Si bien esos torneos continúan disputándose, lejos están de ser internacionales o panamericanos.

Salvo honrosas excepciones, casi ninguna de las instituciones que antes mostraban su fútbol por acá participan. Es que casi no desean volver. Ya no es lo mismo.

Nada es lo mismo. No solamente la entidad perdió la jerarquía que ostentó durante muchas décadas, también cedió su reconocimiento a nivel local, pues en la Primera División deambula en el Ascenso, mientras que en las categorías menores cuenta con algunas divisionales que no llegan a totalizar la cantidad de jugadores necesarios.

Cada vez son menos. Son muchos los apellidos históricos que ya no forman parte del club, incontables las familias que dejaron de dar vueltas por la sede de la entidad. Una inmensa cantidad de gurises que no van más y emigraron a otras instituciones.

Un presente muy triste. De hecho, al pasar por el club, el mismo entrega un paisaje desolador. En los últimos años la inversión fue escasa, por no decir nula, y lejos quedaron aquellos años en los que los propios jugadores, o sus familiares, se encargaban de poner coqueto a lo que muchos consideraban su segundo hogar.

Entonces lo que fue una institución que trabajaba por y para los más chicos, formadora de grandes futbolistas que triunfaron en el fútbol nacional e internacional, ya casi no lo es. Esa que contó con equipos fuertes, respetados, y hasta dos o tres por categoría, cuna de campeones y de grandes planteles que supieron reinar en la Liga Paranaense y también en distintos torneos internacionales, dentro y fuera del país. Toritos, el club acostumbrado a codearse con los mejores. El Toro, sede de grandes eventos y sinónimo de trabajo mancomunado. Padres, familias enteras, ayudaban para que todo brillara.

(Más información en la edición gráfica número 1031 de ANALISIS del 22 de octubre de 2015)

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