Bordet, bajo fuego amigo

Hugo Remedi
Escasos minutos después de haber conocido la noticia política más tremenda de su vida, el enchastrado Aníbal Fernández dijo que había perdido en las urnas la posibilidad de acceder a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, a manos de María Eugenia Vidal, producto del “fuego amigo”. Fue todo una síntesis de lo que aventuró como una demoledora traición de los compañeros bonaerenses.
Acaso en el análisis de su propia desgracia, el ex todo terreno menemista y kicrhnerista jamás imaginó que su frase terminaría siendo un apropiado elemento de justificación para incorporar al acervo político del futuro.
Salvando las distancias y la coyuntura, todas las tapas de pudrición que se están levantando, siempre a orillas del kirchnerismo en sus distintas escenografías nacionales y regionales, dejan emanar un mal olor que, en definitiva,no es más que parte del “fuego amigo” que deben enfrentar como vendaval los gobernadores e intendentes justicialistas de toda la parroquia argentina.
Gustavo Bordet es una las víctimas del “fuego amigo”. No en términos electorales en este caso, pero síporla provincia devastada que recibió y que lo obliga a negociar, de modo urgente y sin ninguna fuerza, frente al poder nacional. Ahora, suma a su cuesta arriba los hechos de posible corrupción que tienen en jaque al exgobernador Sergio Urribarri y sus adláteres más cercanos.
En medio de ríos torrentosos, el actual gobernador venía piloteando la provincia de un modo acaso decoroso, sobre todo teniendo en cuenta que está sumido en el más complejo de los desiertos políticos. Fue así hasta que decidió salir a respaldar a su ministro de Gobierno, Mauro Urribarri, y al ex gobernador Sergio Urribarri, luego de que la justicia decidiera realizar una serie de allanamientos en propiedades que algo tienen que ver, o al menos rozan, a la escudería urribarrista.
Salió a la ruta de apuros y quizás se fue a la banquina. Es cierto lo que señala Bordet: que no se puede templar la espada y salir de caza judicial sólo por diversión. Pero tampoco se supone prudente dar un apoyo de estas características, a riesgo de que el respaldo sea descripto como parte del acuerdo que lo llevó a ser candidato a gobernador por el hoy golpeado ex mandatario provincial.
Descifrado desde la incertidumbre de aquel acuerdo, podría suponerse que Urribarri entiende que éste es el momento ideal para que el actual gobernador le devuelva los favores protocolares recibidos oportunamente. Sobre todo en momentos álgidos, donde la presunción de inocencia no alcanzó para que la mayoría de los compañeros de ruta de Urribarri salieran en su defensa, salvo ocasionales excepciones como la de José Cáceres.
(Más información en la edición gráfica número 1044 de ANALISIS del jueves 11 de agosto de 2016)