El progresismo se identifica con Dilma pero no asume sudesapego por la ley

Como si nada hubiera pasado entre los setenta y el presente

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1046

Antonio Tardelli

La ejemplaridad es un atributo exigible a los políticos, pretendan ya representar a los ciudadanos o expresar sus intereses. El universo incluye, desde ya, a quienes presumen de revolucionarios o al menos de andar persiguiendo cambios sustanciales. La estatura moral de los líderes debe estar en sintonía con el horizonte al que alegan apuntar.

Es verdad: no es éste un tiempo de revolucionesni de revolucionarios. No se habla de eso. Es una era más cautelosa, más modesta, más resignada. Este tiempo apenas si acepta progresistas. Como mucho, izquierdistas. Todo lo demás es considerado fuera de época. La utopía suena a ucronía.

Pero si los límites actuales suponen objetivos poco rupturistas, no se ve por qué en el plano de la conducta deba reclamarse menos a quienes promueven el cambio. ¿Es que límites más acotados habilitan éticas más flexibles? ¿Es que el posibilismo político abre paso al relativismo moral? ¿Es que la razonabilidad tolera que por el camino se vayan cayendo algunos escrúpulos?

Que no sea éste un tiempo de cambios revolucionarios no supone que se deban aligerar los requisitos dellíder.No hay motivos para ser más tolerante con lasinconductas individuales. No hay razones para disculpar flaquezas. La modestia en los objetivos no puede llevar a abjurar, también, de la rectitud.

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