Un ACV dejó a Aldana Schmutz al borde la muerte; su deseo de volver a jugar al voley fue vital para recuperarse

Volver a nacer, volver a jugar

Edición
1055

Pablo Rochi

No hace falta ser un deportista de elite o ganar algún trofeo importante para dejar un legado. El deporte tiene muchas historias que merecen ser contadas y en muchos casos con gente no muy conocida, personas que no salen en los diarios ni en la TV. Ese es el caso de Aldana Schmutz, una joven paranaense que se transformó en un claro ejemplo de lucha, perseverancia y superación.

Aldana tiene 20 años y desde muy chica comenzó a jugar al voley, actividad que no sólo se transformó en su pasión sino en un vínculo vital en su vida. Tiempo atrás, la joven sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV), inconveniente que la dejó en un estado muy grave, al borde de la muerte.

Tras superar el momento más complicado e iniciar la etapa de recuperación, Aldana se propuso volver a jugar al voley. El fuerte deseo de compartir nuevamente la cancha con sus amigas terminó siendo un bastión muy importante para su recuperación. Actualmente no sólo empezó a entrenar para volver a jugar, sino que además retomó sus estudios de kinesiología.

—¿Cómo fueros tus inicios en el voley?
—Comencé a jugar a los 11 años, en Argentino Juniors. El club quedaba cerca de casa y con un grupo de amigas del colegio empezamos a practicar. Íbamos a la escuela San José Obrero y en educación física nos daban voley. Ahí ya le empecé a tomar el gustito. Arranqué, me gustó y hoy sigo jugando.

—¿Y cuándo fue que sufriste el ACV?
—Fue el año pasado, el 5 de enero. Yo estaba en una misión, en un pueblito que se llama 20 de Septiembre, por Nogoyá. Comencé a sentir mareos y puntadas en la cabeza. Ahí me empecé a desvanecer. Hasta ahí es lo que recuerdo porque quedé inconciente. Me trasladaron al Hospital San Martín, donde estuve en coma inducido durante una semana. Estuve en una situación bastante delicada, grave. Después, con el tiempo, se empezaron a ver los progresos y algunos pequeños avances que sirvieron para iniciar la recuperación.

—¿Y cómo fue esa recuperación?
—Mi familia y mis amigos fueron fundamentales. Su apoyo se hizo sentir. Cuando me dieron el alta, llegué a mi casa en sillas de ruedas porque no podía caminar. Prácticamente tuve que aprender otra vez a caminar. Soy zurda y perdí toda la movilidad del lado izquierdo. Así que de a poco aprendí de nuevo a escribir, a comer, a todo.

—Fue como volver a nacer.
—Si, tal cual. Al principio también hablaba muy lento, muy despacito. No tenía tanta coherencia en lo que decía. Fue un proceso que llevó varios meses, con la atención de diferentes médicos y demás. Igualmente, los avances fueron rápidos. Tenía kinesiólogos, psicopedagogas, psicólogo, neurólogo y el medico clínico.

(Más información en la edición gráfica número 1055 de la revista ANALISIS del jueves 30 de marzo de 2017)

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