Ese veneno que llega desde todas partes

Silvio Méndez
Dar a conocer que el glifosato está en el botiquín de nuestras casas fue una información impactante. Tan chocante resultó conocer esta realidad que muchos hasta dudaron de los registros y de los propios investigadores del Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (EMISA) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (la UNLP). Ellos llevaron adelante el estudio que comprobó la presencia de este pesticida en el algodón medicinal, gasas, hisopos, toallitas y tampones. No resultó fácil publicar los resultados, contó a ANÁLISIS Damián Marino –quien encabeza este grupo trabajo–, ya que las miradas, dudas y cuestionamientos se volvieron hacia los mismos científicos que realizaron las pesquisas.
Tuvo que llegar el reconocimiento internacional de esta labor para despejar en parte los recelos hacia sus resultados, dados a conocer en 2015.
No pasó mucho tiempo más para que este problema tomara otra dimensión, cuando el año pasado, también el EMISA diera a conocer un nuevo estudio que registró la presencia de este componente “probablemente cancerígeno” –tal como lo calificó la Organización Mundial de la Salud (OMS)– a lo largo de la cuenca del Paraná.
La presencia del glifosato en “altos niveles” en el río también es muy fuerte, sostiene Marino.
Porque “es la segunda cuenca más importante de Sudamérica después del Amazonas; y recorre provincias y municipios argentinos que tienen en el río un recurso hídrico estratégico”, advierte.
Sobre esta problemática, sobre las consecuencias que puede tener en la salud humana, sobre los posibles caminos alternativos a un modelo productivo nocivo, y sobre cómo el glifosato ha “saltado la tranquera” y llegó a la ciudad, habló Marino poco antes de dar una conferencia en Paraná. Llegó a la capital provincial el lunes pasado invitado por el Foro Ecologista, para la segunda mesa debate denominada “La química en la mesa, plaguicidas hasta en la sopa”.
—¿Cómo es que llega el glifosato a la sopa?
—Está pensado como un juego de palabras porque tenemos estudios de residuos de plaguicidas, por ejemplo, en vegetales. Sabemos también que puede haber plaguicidas como parte de la cadena alimentaria en general. Y desde el punto de vista ambiental están por todos lados. Entonces la palabra “sopa”, en este caso, es porque puede estar claramente en la alimentación y grafica lo que solemos decir como lema: “los plaguicidas saltaron la tranquera”. Dejaron de ser algo que está en el campo y forman parte de la vida de cada uno de los argentinos.
(Más información en la edición gráfica número 1056 de la revista ANALISIS del día miércoles 12 de abril de 2017)