¡Teléfono en la Redacción!

Haceme precio: el 2x1 y el 35% de inflación

Edición
1058

Por A.S.

—¡Qué semanita!, ¿eh?

—¡Qué quincenita!, dirá. Si hace dos que no hablamos.
—Ah, tiene razón. Me quedé pensando en nuestra última charla.

—¿Uste´ también? Yo tengo una duda que no puedo sacarme de la cabeza.
—¿Y se cree que yo se la podría despejar? No sea tan optimista. Yo me quedé pensando cuando vi lo que dijo Lousteau…

—¿Qué dijo?
—Eso de que el Estado actual es el más grande de la historia. Parece que en efecto es así, aunque “la historia” se remonta apenas a 1980, antes no se tomaban estos datos.

—¿Qué datos?
—Éstos que le doy ahora: según las cifras oficiales del Ministerio de Hacienda de la Nación, en 2015, que es el último dato disponible, el gasto del Estado nacional (sumado a las provincias y los municipios) en relación con el Producto Bruto Interno del país, llega al 47% y es el más alto desde que se empezaron a tomar estos indicadores.

—Ah mire uste´. Y uste´ dice que Macri, hasta ahora, no lo achicó nada.
—Nada de nada. ¿Y cuál era su duda?

—Vio que para algunos economistas éste es un gobierno neoliberal, pero otros lo califican como estatista, o desarrollista, o populista, o cosas así. ¿Cómo se explica que los economistas tengan diagnósticos tan diferentes sobre el mismo Gobierno?
—¿Quiere la explicación breve?

—Quiero saber su opinión. No que me ilumine. No se enoje, pero si quisiera iluminación iría a buscar un electricista.
—Ja. Tiene razón. Bueno, intento darle mi opinión. Yo le decía la vez anterior que la política argentina no se distingue por su apego a la precisión en las definiciones.

—Sí, y yo le recordé que eso no pasa solamente acá.
—Cierto. Es un fenómeno del lenguaje, así que pasa en casi todos lados. Pero aun así es curioso que, en general, los economistas no logren ponerse de acuerdo en cómo caracterizar a determinados gobiernos o a sus programas económicos.

—¿Por qué curioso? Cada uno puede opinar lo que quiera.
—Sí, pero la economía pretende ser una ciencia. Si bien no una ciencia exacta, como podría suponerse, sino una ciencia social, o sea que trata sobre las personas. Pero ciencia al fin. Por lo cual, uno supone que deberían ser un poco más rigurosos en el uso de los términos. Imagínese que los médicos no se pusieran de acuerdo con el diagnóstico acerca de un paciente y todos recetaran tratamientos distintos para sanarlo. Sería un desastre, ¿no?

—Y, probablemente lo matarían. Bueno, algo así pasa con los psicólogos, ¿o no?
—Cierto. Ja. Tiene razón.

—Pero entiendo. Uste´ dice que si fueran más serios como científicos, los economistas no podrían decir cosas tan diferentes sobre un mismo gobierno.
—Eso mismo. No sé si escuchó nombrar a Thomas Kuhn…

—No. ¿Es amigo suyo?
—No. Era un filósofo de la ciencia, falleció hace algunos años. El culpable de que todo el mundo use la palabra “paradigma”. No, lo digo en broma, pero en serio es quien introdujo esa palabra, para tratar de hacer referencia a un campo de sentidos y significaciones que cada época da por sentado y del cual cuesta salirse.

(Más información en la edición número 1058 de la revista ANALISIS del jueves 11 de mayo de 2017)

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