Los peligros que acechan a Bordet

Durmiendo con el enemigo

Edición
1059

Hugo Remedi

A fuerza del dedo maquillado o de las PASO a como sea, lo único claro que tiene el gobernador de la provincia, Gustavo Bordet, es que la elección que viene tiene que terminar con una de las pesadillas que le dejó su antecesor y expulsar del Congreso nacional a los talibanes del Frente para la Victoria que le regaló el dedo del capitán Urribarri.

Emergente del dedo también él, como casi todo lo que viene tocando el peronismo vernáculo desde hace varios años, el mandatario provincial, paradójicamente se persuadió bien pronto, al inicio de su gestión como conductor de esta provincia, que había un modo de hacer política que llegó a su fin o que al menos hay que empezar a retocar gradualmente. La medida más importante, de hecho, es transparentar una gestión de gobierno en contraste con la que le precedió, cercenada por el tufo a corruptela que invadió a la infantería urribarrista. Y la otra, terminar con irritantes candidaturas a dedo que finalmente no hicieron más que atomizar al peronismo en varias partes y que en primera instancia concluyeron, como resultado negativo de laboratorio, en la magrísima actuación electoral que le cupo al oficialismo en las elecciones de 2015, pero que lo llevaron no obstante a ocupar la primera magistratura provincial.

El tono de aviso de aquel grito no lo tomó por descuido. Rápidamente, aceptó como premisa básica que si no abría el partido a todos los peronistas belicosos que se habían ido y los juntaba con los propios, para sumarlos a la carrera electoral, su reelección en 2019 corre peligro.
Es así que en la elección de 2013 el oficialismo del Frente para la Victoria (FPV) logró una diferencia suculenta a la hora del escrutinio, en cambio en los comicios de 2015 la luz de ventaja que obtuvo frente al bisoño candidato de la Unión Popular (retazos de un PRO incipiente y el bustismo) fue demasiado exigua y disparadora de una reflexión que fue mucho más allá de acceder a la gobernación de Entre Ríos.

En 2013, el Frente para la Victoria duplicó en votos a la Unión Popular por Entre Ríos, al fin nomenclatura oficial de la lista de Sergio Massa a nivel provincial. Consiguió entonces un poco más de 362 mil votos contra los casi 182 mil de Unión por Entre Ríos. En cambio, en la elección del 25 de octubre de 2015 la luz de ventaja se redujo a un poco más de 22 mil votos en el rubro a gobernador de la provincia. Conclusión: los más de 164 mil sufragios que consiguió entonces la Unión por Entre Ríos con Jorge Busti a la cabeza deben retornar al peronismo, donde -se especula-, pertenecen la mayoría de esos votos.

Lejos del olor K

En ese rumbo, el gobernador planteó desde el inicio mismo de su gestión ponerse a distancia del kirchnerismo y ofrecer internas a los efectos de garantizar la viabilidad para que todos puedan exponerse y expresarse a través de las urnas. Con el inexistente Frente Grande como aliado, fue a la caza de Jorge Busti, declarado enemigo de Sergio Urribarri y le propuso volver. Busti no aceptó en términos institucionales regresar a un partido que no lo contiene y que le dio la espalda en su momento, sobre todo del rabioso escarnio al que lo sometió su “ahijado político” de entonces, Sergio Urribarri. Sin embargo, como propuesta de medio camino, analizaron empezar a transitar el camino de la conformación de un frente electoral. La iniciativa cundió y hoy está en marcha. Con ello, Bordet estaría garantizando para su propia fuente de recolección una porción grande de los casi 170 votos que acompañaron a Massa y que pusieron en grave riesgo la victoria electoral del peronismo oficialista de entonces.

(Más información en la edición gráfica número 1059 de la revista ANALISIS del miércoles 24 de mayo de 2017)

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