Los autos del Mauri

D.E.
Si hay algo que la familia Urribarri tiene claro es el uso y abuso de los bienes del Estado. El ex gobernador y actual presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Urribarri, vive y vivió siempre del Estado. La excepción fue a principios de los ’80 cuando era empleado bancario y los fines de semana cumplía funciones de guardarropa en el boliche de su amigo de San Salvador, José Luis Galván. Fue entre 1982 y 1985 aproximadamente, en que Urribarri atendía el local nocturno Nipur. El boliche terminó cerrando casi diez años después, cuando unos pibes concordienses le prendieron fuego al techo de paja del lugar, en revancha porque una semana antes no los habían dejado ingresar por ser menores.
Desapareció en diez minutos por el accionar del fuego. Galván está hoy en la mira de algunos fiscales de la justicia entrerriana, como supuesto testaferro del ex mandatario, en varias operaciones de los últimos tiempos, en especial inmobiliarias.
Urribarri asumió como intendente de General Campos en 1987 y nunca más dejó de percibir ingresos provenientes del Estado. Fue presidente comunal, varias veces diputado provincial del PJ, ministro de Gobierno y dos gestiones como gobernador. Sus hijos y su mujer se criaron bajo ese concepto: el Estado todo lo puede, el Estado todo nos cubre, el Estado es nuestro. Esto último se cansó de repetirlo entre sus allegados directos. Y el principal alumno resultó su hijo Mauro, a quien no se le conoce actividad privada. El ahora desocupado militante del PJ recién se sumó, supuestamente, a la actividad privada, cuando blanquearon la empresa Kriptax, junto a su padre y hermanos, con sede en la mansión de Salto Grande (cuyos terrenos fueron vendidos por el ex diputado radical Hernán Burna, de Federación, a quien Urribarri premió incluso con un cargo en la Casfeg), pero con negocios en Formosa y algunos en Entre Ríos. Mientras tanto, fue algo así como un becario de la Embajada Argentina en Uruguay en los primeros años del kirchnerismo y luego se transformó en secretario del Senado entrerriano, donde hizo importantes negociados con su tío y aliado, Juan Pablo Aguilera. Otro de los hombres de la familia Urribarri que se hizo millonarios con los negocios con el Estado y aún los sigue haciendo, a través de imprentas con otros testaferros. Todos aprendieron la frase de cabecera: “El Estado es nuestro”. Usaron -y siguen usando- automóviles oficiales, helicóptero policial, aviones contratados, combustible, pagos de comidas, hoteles, pasajes aéreos, diarios y revistas, libros, viáticos variados y subsidios irregulares, fondos reservados, como si no pasara nada.
(Más información en la edición gráfica número 1073 de la revista ANALISIS del jueves 21 de diciembre de 2017)