El segundo tiempo de Bordet

Antonio Tardelli
El segundo es que el sistema político se reconfigura. O sigue reconfigurándose. Pero a diferencia de lo que afirmó el martes el senador peronista Miguel Pichetto (“se está reconstruyendo el sistema de partidos”) el sistema, en todo caso, se sigue deconstruyéndose. O haciéndose trizas. Prácticamente no existen ya los partidos como instancias orgánicas que, respaldadas por un cuerpo de ideas y un conjunto de prácticas, median entre la sociedad y el Estado. O sea, hacen política. El sistema explota en pedazos. Como todo estallido, es desordenado. Descontrolado. Desorganizado. La política se desentiende de las instituciones, de lo permanente, y se circunscribe alas decisiones más o menos espectaculares que van tomando sus agentes. Han desaparecido los marcos de referencia. Los análisis políticos son eventualmente reemplazados por el resfrío o el callo plantal de un actor que incide resolviendo entre cuatro paredes.
La formalización de los frentes electorales, precedida por los compromisos que los diferentes espacios adoptaronen materia de candidaturas y eventuales espacios de poder, ha sido la exteriorización de una ausencia. Es la prueba del daño que al sistema le inflige la inexistencia casi absoluta de los partidos políticos como entidades que deliberan, en instancias orgánicas, para adoptar decisiones colectivas. En ese escenario anómico, todo es posible. No se trata de pedir, candorosamente, que en el momento de la definición de la oferta electoral prime una generosidad infrecuente en la disciplina. Sí se debe exigir, por lo menos, que los alineamientos respondan a criterios distintos de los del mercado comercial: todo se remite a identificar al mejor postor.
(Más información en la edición gráfica 1098 de ANALISIS del jueves 13 de junio de 2019)