El kirchnerismo, reivindicado por la mayoría del país, no logró imponerse en la provincia

Entre Ríos vive en la franja amarilla

Edición
1107

El nuevo kirchnerismo, capitaneado por Fernández, obtuvo el domingo un éxito  mucho más ajustado de lo previsto. Tanto variaron los números respecto de las primarias que el bordetismo se topó con una derrota que no estaba en los cálculos de nadie. En tono de susurro se queja de que la campaña nacional se “cristinizó” más de la cuenta y con ello alentó el sentimiento antiperonista. Llegó el tiempo del reparto del poder y de las consiguientes tensiones. Como a otros mandatarios, a Bordet se le impidió subir al escenario de la victoria. Fue una decisión extraña, que relativiza el reiterado compromiso de Fernández de gobernar junto a los jefes territoriales. La determinación dejó ver la influyente mano de la ex Presidenta en el cotillón de los festejos. Se piensa que Bordet sufrirá reproches internos por la caída aunque limitados en el tiempo. En todo caso, pese a que las diferencias se acortaron, podrá otra vez exhibir el triunfo de Concordia frente a otros territorios, como Paraná, que no refrenda con resultados positivos sus demandas siempre insatisfechas. En Juntos por el Cambio, Frigerio y Benedetti, candidatos permanentes a los chirlos, salieron una vez más fortalecidos.

Antonio Tardelli

El primer elemento informativo que entregan las elecciones presidenciales de la República Argentina termina pasando desapercibido porque por alguna razón ha sido naturalizado. Es posible que un fenómeno de negación colectiva ayude a liberarnos de semejante marca: si no existieran los fueros parlamentarios, ese instituto establecido en su momento para poner a los opositores a resguardo de represalias políticas y no de persecuciones penales, la vicepresidenta electa de los argentinos estaría hoy privada de su libertad. Permanecería en prisión. Únicamente los fueros impidieron en su momento que Cristina Fernández de Kirchner fuera a la cárcel. El 11 de diciembre, producto de la inapelable voluntad popular, no dormirá en un presidio sino que presidirá la Cámara de Senadores y estará en la primerísima línea de la sucesión. En términos institucionales es, por lo menos, impactante.

Paradójicamente ha sido su reciente antagonista directo, Miguel Pichetto, un peronista  transfugado a Juntos por el Cambio, quien mejor ha fundamentado la negativa de la Cámara de Senadores a conceder el desafuero de la ex Presidenta de la Nación. Fue esa determinación institucional la que impidió que Fernández de Kirchner fuera a dar con sus huesos a una celda como le ocurrió a Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil o a Ollanta Humala en Perú. Esa circunstancia, sobre la que no se hizo especial hincapié durante una campaña que en todo caso trabajó de manera genérica sobre las sospechas de corrupción que la alcanzaban, supone un problema institucional de magnitud que incluye aspectos tales como (otro dato inquietante que no puede dejar de puntualizarse) el descrédito de un Poder Judicial siempre más atento a los humores predominantes que a la observancia estricta de la ley.

(Más información en la edición gráfica 1107 de la revista ANALISIS del jueves 31 de octubre de 2019)

Edición Impresa