Cuando la humanidad retrocede

Néstor Banega
El dolor del otro estremece de manera brutal, pero es difícil de dimensionar. Cuando se presume irreparable produce marcas que van más allá de quien lo sufre.
Si la violencia que nos impacta aparece de manera ocasional, quizá solo nos roce y se diluya. Si se repite de manera incesante nos hará pensar sobre lo que está pasando y, yendo un poco más allá, nos preguntaremos: por qué está pasando.
El pueblo de Ucrania es víctima de una invasión. La padece, la enfrenta como puede. Intentando sobrellevar el azote del poder autócrata.
Y se debe remarcar: invasión. Dejarlo en claro nos permitirá entender mejor la situación. En esta Babel moderna alejarnos del término correcto nos lleva a no poder entender. Si repetimos hasta el cansancio que una invasión (esto es entrar a un lugar por la fuerza para ocuparlo) es una guerra, terminaremos pesando que es una guerra.
Pero no lo es.
A la distancia, podemos intentar mil explicaciones, aunque ninguna contendrá en un todo exacto la real extensión de este desastre humanitario. La invasión, el avasallamiento, han provocado eso: un desastre humanitario. Que ahora, en estas letras, es mayor que en el comienzo del primer párrafo.
No es fácil el intento de ponernos en el lugar del otro. En este instante, seres de carne y hueso -como nosotros-, huyen sin tiempo para mirar atrás. Personas vulneradas a quienes no le respetan sus derechos humanos, esos que son universales y que por cercanos a veces no atendemos.
Nuestra historia y este tiempo
Tamaño desastre que ocupa nuestra atención nos increpa y debemos mirarlo desde nuestra historia (que nos enseña). El 24 de marzo es reflexión. Es recuerdo de actos que no pueden repetirse. Se debe afirmar la necesidad de Verdad, Memoria y Justicia, lo que se hizo carne en un tiempo en que esos derechos universales, fueron avasallados. Como hoy son vulnerados allá.
¿Ucrania y nosotros? Sí. Todos deberíamos conmovernos. Porque lo que estamos viendo, en vivo y en directo, es el no respeto por los derechos humanos esenciales. Estamos observando las consecuencias de no pensar a los demás como iguales.
Acá pasó. Fue tan doloroso que aún sigue doliendo. Fue tan profundo que aprendimos que no puede volver a pasar.
Y aquello que está pasando tendrá consecuencias sobre toda la humanidad y por mucho tiempo.
Es arriesgado (¿pretencioso?), pero deberíamos intentar mirar esa lejanía de violencia diaria a través de la dolorosa experiencia de nuestra historia (que enseña) y este tiempo.
(La nota completa en la edición gráfica número 1128 de la revista ANALISIS del 24 de marzo de 2022)