“A qué están expuestos”, se preguntan padres de menores desplomados en una fiesta

Adolescentes en riesgo entre los mercaderes de la noche

Edición
1146

Con la pandemia llegó para quedarse un nuevo modelo de negocio de la noche: fiestas en quintas en lugares secretos y con la posibilidad de ingresar conservadoras llenas con lo que sea. Un extraño episodio con presuntas intoxicaciones en una fiesta en Paraná preocupó a padres de adolescentes que asisten a estos eventos y sus denuncias se investigan en Fiscalía. Controles, seguridad y las ganancias de los nuevos empresarios entre los vacíos de las normas.

José Amado

“Secret location. Previa 11/11. Conservadora friendly”, se leía en la convocatoria a una fiesta “clandestina”, que de clandestino no tenía tanto ya que el aviso circulaba en Instagram donde los organizadores del evento crearon una cuenta en esta red social para este emprendimiento nocturno. Pero se trata de una estrategia que le pone un poco de misterio para atraer a los adolescentes, con invitaciones particulares con códigos QR, aunque luego se encuentren en la fiesta casi los mismos de siempre. La imagen central de la invitación es, obviamente, una conservadora. La idea empresarial es que los participantes, casi todos menores de edad, puedan entrar con todas las bebidas que quieran dentro de una caja térmica para reventarse dentro del lugar, donde igualmente hay una barra que les vende alcohol. El lugar cuenta con la habilitación correspondiente de la Municipalidad de Paraná como boliche a cielo abierto, sin demasiadas vueltas. Pero ese sábado 11 de noviembre sucedió algo que excedió los límites, de por sí amplios, de una fiesta de música y bebidas.

Dos chicos de 17 años terminaron desmayados e inconscientes. Los dueños del negocio bailable enviaron a uno a su casa, y al otro fue a buscarlo la madre, dando por hecho que se trataba de una borrachera más, y acá no ha pasado nada. Los padres de estos adolescentes, al principio, se enojaron como cualquiera que ve a un hijo pasarse de la raya. Aunque luego los síntomas que los chicos presentaban los hicieron dudar y preocupar. Al menos uno de ellos, según relató su padre detalladamente a ANÁLISIS, se encontraba en un estado de seminconsciencia llamativo. Lograban que tome agua, pero no reaccionaba a otros estímulos físicos. Lo acostaron alrededor de las 4 de la madrugada, cuando lo llevó la ambulancia, y comenzó a bajarle la temperatura. “Llegó helado, lo tapamos con seis frazadas, no levantaba, me acosté encima suyo”, recuerda David, y hasta subieron al perro a la cama para darle calor. A las 15 de ese domingo, el adolescente se despertó. Cuando se levantó, parecía como si no hubiese tomado más que agua: no le repiqueteaba la cabeza, no estaba mareado ni sediento, tenía hambre. Se pegó un baño para sacarse la suciedad por haber estado tirado en el piso del lugar de la fiesta y se fue a entrenar.

Tanto él como el otro chico que también sufrió una idéntica situación son jugadores de básquet que compiten a nivel provincial. No se habían cruzado en la fiesta y por lo tanto no tomaron de las mismas bebidas. Los dos se levantaron algo eufóricos y esa tarde tuvieron un rendimiento excepcional en las prácticas. Tanto o más que sus buenos momentos, según apreciaron algunos.

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1146, del día 23 de noviembre de 2023)

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