Panorama

Atrapados entre la tragedia y la farsa, o viceversa

Edición
1153

Que es lo principal y qué lo secundario. Una tensión común para el gobernante que debe decidir y para el ciudadano que debe vivir. El Poder genera el contexto y condiciona las opciones. No son pocos los problemas que atraviesa el país e impactan cada vez más en la provincia y sus habitantes. Son dificultades nacidas de decisiones políticas que nos estrujan y atraviesan todo el tiempo. La historia que se va construyendo en clima de tragedia será en el futuro farsa. Tal vez el presente que nos tocó sea la farsa de tragedias pasadas, que, como tales, no terminaron bien.

Por Néstor Banega

Una expresión nos acompaña desde siempre: el pueblo -en general- quiere saber de qué se trata e intenta buscar respuestas a sus interrogantes.

Con el correr del tiempo y a la luz de algunos resultados, muchos dirán -más allá de la natural curiosidad- que a veces es mejor no saber. Sería un modo de evadir responsabilidades o alejarse de situaciones confusas para no resultar cómplices de algunas trapisondas ajenas.

Hay una crisis de comprensión de los fenómenos sociales, explicaron la semana pasada Pablo Semán y Sergio Morresi, que anduvieron por Paraná compartiendo charlas, conversando sobre la coyuntura y mucho más. Fueron invitados a la capital entrerriana por la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (UOLRA) y participaron del cuarto encuentro de un ciclo de debate que organiza la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

Es interesante oír a los estudiosos de los fenómenos de época, compartiendo el asombro y el objetivo de explicar -aunque sea un poco- lo que nos golpea. Hay confusión.

Llama la atención que informaciones y estadísticas muestran la caída sostenida del poder adquisitivo y que muchos de los trabajadores que se encuentran registrados están bajo la línea de indigencia. A partir de ahí, duele imaginar cómo deben afrontar la realidad quienes son informales.

El salario mínimo vital y móvil apenas pasa de los 260.000 pesos y ha sido producto de decisiones unilaterales del gobierno nacional. El Consejo del Salario aparece como un sello de goma, sin mango ni tinta.

Cae el consumo de carne, de lácteos. Se deteriora la calidad de vida. Electricidad y gas aumentan y seguirán aumentando, a un ritmo inalcanzable para los salarios. Hacer frente a servicios que se volvieron fundamentales, como el de internet, se dificulta. La pobreza aumenta.

Un cuadro destemplado que oscurece y, sin embargo, he aquí uno de los dilemas, no aparece (al menos en la superficie) la protesta, como sí aconteció en los años 90´, cuando los ajustes eran resistidos en tiempo real y se aplicaban con argumentos idénticos a los que se esgrimen ahora.

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1153, del día 22 de agosto de 2024)

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