Panorama

Pasiones, coyuntura y malicia mientras se reacomoda el poder

Edición
1161

Desde nuestros inicios como Nación nos atraviesan las pasiones. Propias y ajenas. Nos moldean. Es la realidad pura y dura; y de eso, no se puede huir. Intentarlo no tiene sentido. Los antagonismos, los alejamientos, son, desde los inicios, una marca que condiciona. Ánimos desordenados, intereses en pugna. Sabemos exactamente de que se trata, porque estamos hechos así. Una telaraña de tensiones fue tejiéndose alrededor de algunas ideas que no terminan de cuajar como inconmovibles y cada tanto se reclama que aparezcan (se habla levemente de políticas de Estado). Conflictos y armonías, fracturas y continuidades atraparon al historiador (*) y nos siguen desafiando. Quien pudiera encontrar la forma de salir del bucle. Somos el país de Cambalache (1934), de Historia de una Pasión Argentina (1937), que podría, desde su presente cercano, inspirar ediciones corregidas y aumentadas de esas obras.

Néstor Banega

Se percibe cierta convulsión después de un fallo judicial que va más allá de los involucrados. Rompe con una premisa extendida: si del poder se trata, nadie va preso.  El periodista Luciano Román, en un exquisito artículo publicado en el diario La Nación lo calificó de contracultural.

Es una de las razones por las que desde ahora y por un tiempo prolongado, la disputa política va a girar en torno a Cristina Fernández. Ex presidenta, vicepresidenta de la Nación, presidenta del principal partido de oposición (el que en sus inicios fuera calificado como un hecho maldito). La ahora condenada fue protagonista central de la historia política reciente y lo seguirá siendo. Amada y odiada. Estandarte para muchos.

Para sus detractores, la suma de todos los males.

Su propio partido deberá absorber y sobrellevar el impacto. Quienes la enfrentan, tendrán que acomodarse a un nuevo contexto, pero cada paso que ensayen estará condicionado por la figura del balcón. Es un ruido inmenso, un terremoto. Un constitutivo tácito de las determinaciones, que se irá analizando, con mayor o menor comprensión, sobre la marcha. No son aplicables situaciones o modelos añosos.

Esta vez el marasmo político es real. Su magnitud intenta, con argucia, ser utilizada como dosel para colar, silenciosamente, medidas de gobierno crípticas y también para ocultar datos desalentadores.

Por estos días, mientras se anuncia una variación mensual de la inflación de 1,5 por ciento, la más baja en mucho tiempo, el salario mínimo decretado es de 317800 pesos y una familia para no ser pobre debería contar con más de un millón cien mil pesos ($1.110.624). En la capital entrerriana alquilar un monoambiente supera en muchos casos los 300.000 pesos. Mejor no hablar de ciertas cosas.

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1161, del día 26 de junio de 2025)

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