Residuos: restos, basura, desperdicios

Sandra Miguez
Restos mortuorios, apiñados con basura de toda clase, se muestran a cielo abierto en El Volcadero. La proliferación de residuos patológicos que no tienen el tratamiento que establecen las normativas da lugar a un foco de contaminación para más de 180 familias de la zona. Desde mayo se solicita a las autoridades municipales y provinciales las tareas de desmalezamiento y desratización del lugar, sin que hasta el momento se haya dado alguna respuesta. Jeringas, algodones y gasas ensangrentados, sondas y otros residuos patológicos se ofrecen por todo el terreno: Paraná, ¿Ciudad Paisaje?
La basura se acumula, las moscas y las ratas son parte del paisaje cotidiano en el que se levantan columnas espesas de humo denso; las condiciones de insalubridad, una constante.
Todo parece lejano -por si fuera insignificante- en una de las hondonadas que Paraná tiene como parte de su geografía.
A escasos metros de las casas más abandonadas de la ciudad se levanta El Volcadero, donde van a parar todas las miserias materiales, los desechos, pero también los cajones y muertos que el Cementerio Municipal ya no puede contener.
Entre los desperdicios, un foco preocupante son los residuos patológicos y su tratamiento, un tema de largo debate que nunca ha tenido solución.
Si bien la recolección se realiza en los centros asistenciales de acuerdo a las disposiciones que plantean separar en bolsas rojas los denominados “residuos hospitalarios”, éstos luego van a parar adonde todos los demás despojos de recolección domiciliaria.
Algodones y gasas con sangre, jeringas y sondas, válvulas, cánulas, catéteres y bolsas de recolección de orina se encuentran desparramadas a diestra y siniestra.
Todos estos residuos patológicos -elementos que presentan características infecciosas- merecen un tratamiento especial, ya que de no ser así pueden provocar la enfermedad en cualquier persona que entre en contacto con ellos.
El residuo contiene potencialmente microorganismos patógenos, con suficiente virulencia y en tal cantidad, que la exposición al mismo puede derivar en una enfermedad infecciosa.
Entre los distintos tipos de desechos producidos por los centros de atención médica los más comunes de identificar son jeringas, guantes de látex usados y descartados, restos de sangre, fluidos humanos y de animales, restos de órganos, elementos cortantes y punzantes contaminados, y todo aquel material que haya tenido contacto con microorganismos que puedan causar enfermedad, por lo cual no sólo se puede producir un riesgo cierto de infección sino también de toxicidad y hasta de radiación.
Desde el año 1994 el Ministerio de Salud de la Nación ha dispuesto una resolución, la Número 349/94, por la cual los residuos patológicos deben separarse en bolsas rojas, que deben a su vez ser transportadas y tratadas por operarios especializados. Pero también establece que los elementos punzantes, como jeringas y otros instrumentos de corte, deben disponerse en envases rígidos para evitar su perforación y luego en bolsas rojas.
Sobre la base de lo dispuesto por la Ley Nacional Número 24.061, debe existir un lugar de destino de este tipo de residuos, “lugares especialmente acondicionados para el depósito permanente de residuos peligrosos en condiciones exigibles de seguridad ambiental”, según reza el artículo 33.
Y en su artículo 36 agrega que en todos los casos los lugares destinados a la disposición final como relleno de seguridad deberán reunir las siguientes condiciones: una permeabilidad del suelo no mayor de 10 cm/seg hasta una profundidad no menor de ciento cincuenta (150) centímetros tomando como nivel cero (0) la base del relleno de seguridad; o un sistema análogo, en cuanto a su estanqueidad o velocidad de penetración; una profundidad del nivel freático de por lo menos dos (2) metros, a contar desde la base del relleno de seguridad; y una distancia de la periferia de los centros urbanos no menor que la que determine la autoridad de aplicación.
Sin embargo en Paraná -como en tantas otras ciudades- los residuos van a parar al mismo lugar donde se desecha cualquier otro desperdicio, transportados por camiones municipales que realizan todo tipo de recolección y arrojados a fosas, que debieran estar cerradas pero que permanecen a cielo abierto, con el directo riesgo que eso significa para la cantidad de personas que vive a diario del cirujeo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)