Mirarnos, escucharnos y escribirnos con los que no mandan

Juan Carlos Bettanín
“Necesito que te escribas 60, 80 líneas sobre cómo estamos los trabajadores de prensa en estos tiempos”, me dijo.
“¿Se puede?”, pensé.
A ver.
Estamos como todos: sin brújula, sin marcos jurídicos, con sueldos de hambre, vendiendo publicidad para pagar un ratito y poder hablar, o escribir, repitiendo la agenda de los grandes, pero sin sus recursos y muchísimo menos sus fines, redistribuyéndola en una miniatura menesterosa, haciéndonos cómplices de esa perversidad y, lo que es peor, sin advertir (algunos) que somos funcionales a su estrategia.
Colados en la fiesta berreta de los que mandan. Así estamos.
Sabemos, todos, de “¿trabajadores de prensa?” que cobran por el silencio.
De los que cobran por hablar.
De los que -bajo la pátina de la denuncia heroica- ayudan a tapar la mugre que se acumula.
Sabemos que son mayoría.
Alcanza hoy, con mirar, quién pone avisos y dónde para saber de qué va la cosa.
Pero estamos ahí. La gente nos escucha, nos lee, nos mira por la tele, del mismo modo que nosotros vamos al almacén, al médico, a la verdulería.
Igual que cualquiera, peleamos futuros y acariciamos sueños cortitos.
Acaso, todavía, estemos a tiempo de replantearnos algunas cosas.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)