El jugador Mario Aguilar fue suspendido por 99 años y decidió ir a la Justicia

Con todo el peso de la ley

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Álvaro Moreyra

La noticia tomó ribetes nacionales, al punto tal que el prestigioso diario Clarín le dedicó un espacio -nada más y nada menos que en pleno desarrollo del Mundial de Rugby- a la suspensión que le fue aplicada al jugador, aunque en la actualidad ex Capibá RC, Mario Aguilar. El segunda línea del equipo amarillo de Paraná recibió el castigo más duro que estipula el reglamento del rugby en todo el mundo: 99 años. Esto equivale a decir que nunca más pisará una cancha, ni siquiera como espectador.

No es el primer caso que sucede en la órbita de esta disciplina en la región. La última data de 1999, cuando un jugador de Estudiantes agredió a un juez y se le aplicó la pena máxima, aunque posteriormente se le redujo y en la actualidad practica este deporte en el único club de rugby de la ciudad de Diamante. Por esas cosas que tiene el destino, el azar o las coincidencias, el apellido de los jueces en cuestión es el mismo, Guiter; es más, son hermanos. Hace ocho años Gabriel, hace poco más de dos meses Leopoldo.

A partir de estas suspensiones de por vida es que comienzan a aparecer varios interrogantes sobre algunas reglamentaciones del rugby. Por citar algunos ejemplos: la imposibilidad que tienen los jugadores de un derecho a réplica y que su palabra tenga el mismo valor que la del juez a la hora de realizar un mero descargo. O el carácter “divino” que adquieren lo que expresan los árbitros en sus informes, para que su palabra siga siendo intocable, hasta fuera de la cancha. El caso Aguilar amenaza con tomar trascendencia judicial, porque el rugbier y su abogado llegarán hasta las últimas consecuencias para comprobar que el referí no fue honesto con el informe, una acción sin precedentes en el país y tal vez en el mundo entero. ¿Sentará jurisprudencia?

De por vida

Hace poco más de dos meses (11 de agosto), Capibá perdía un partido increíble ante Alma Juniors de Esperanza. Fue un cotejo que se le había presentado favorable al equipo paranaense hasta promediando la segunda parte y se le escapó de manera inexplicable. El Amarillo perdió aquella vez por 30 a 28, resultado que solamente quedará en la anécdota porque nadie imaginaba los coletazos que traería consigo un partido casi intrascendente por la 14ª fecha de la Segunda División del Torneo Regional del Litoral.

Es que cuando el árbitro Leopoldo Guiter terminó el partido, se armó una importante escaramuza a su alrededor y fueron muchos los que pidieron explicaciones sobre su obrar en el campo de juego. Aunque el mayor damnificado fue Mario Aguilar, que con el correr de las horas fue informado por el juez Leopoldo Guiter y recibió la pena máxima que puede pagar un rugbier: 99 años de suspensión.

Ésta es la historia narrada por el jugador, que jamás entendió por qué fue sancionado con todo el peso de la ley: “Juego todo el primer tiempo y en la mitad de la segunda parte (el entrenador de Capibá, Patricio) Descarso decide sacarme. Salgo y me voy al vestuario, me cambio y ni siquiera me baño, para volver y mirar lo que restaba del partido. Cuando vuelvo al borde de la cancha, era evidente, los fallos del árbitro comenzaron a sembrar dudas y era más que evidente que estaba volcando los fallos hacia el equipo visitante. No solamente lo digo yo a esto, sino que una vez terminado el partido el abucheo hacia él fue generalizado, no solamente de parte de la parcialidad de Capibá, sino también de la gente de Alma Juniors de Esperanza”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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