DIALOGO URBANO. Gabriel Tuvy, comerciante jubilado

De las chapas enlozadas y la ciudad de los barcos

Edición
789

Jaime Gallivare

El apellido se multiplicó por millares en chapas de todas las formas y colores. Corría la cuarta década del siglo pasado y la ciudad comenzaba a desplegar algunos rasgos de su identidad en letreros enlozados y placas de bronce. Había interés en demarcar lo público y lo privado, y para eso se recurrió a una técnica antigua de pintura a mano, horneado y orfebrería. Y ahí estaba, para garantizar esa labor, la Casa Tuvy, hoy desaparecida pero que queda como firma de verdaderas reliquias que pelean contra el tiempo. Gabriel Marcos Tuvy tiene 80 años y fue la segunda generación que comandó el negocio. Un diálogo distendido dejó como saldo un puñado de anécdotas y vivencias, y una referencia vívida a una Paraná de antaño: con caminos de arenales en el Parque Urquiza y casas navieras que llenaban de barcos mercantes los puertos de toda la costa occidental de la provincia. El ferrocarril que llegaba hasta la ribera de Bajada Grande, con sus hombreadores e instalaciones portuarias de las que no queda casi ni el recuerdo, también surgió como una postal evocada de esos años.

-Algunos materiales marcan la época: hubo una época del vidrio, con los envases; una época de la madera que se ha ido reemplazando por la fórmica, y también hubo una de las chapas enlozadas, que no sólo hablaban del arte y el oficio que estaba detrás de eso, sino también de una estética y de idea de perdurabilidad que hoy parece que se ha perdido.
-No nos olvidemos, aparte de las enlozadas, las placas de bronce que eran hechas por orfebres. Hasta los años 40 se dedicaban a fabricar partes de electrodomésticos y luego fue reemplazado por el plástico. Respecto de la chapa esmaltada, la vemos en la nomenclatura de calles, de fondo azul con letras blancas, bombé. Eso empezó a desaparecer con la llegada de los pantógrafos, de los acrílicos, del plástico. Igual ha pasado con las placas de profesionales. Antes tenía su chapa de bronce apoyada en una madera lustrada, generalmente de 10 por 20. Yo tenía un punzón especial para clavarlas en las paredes de portland. Había que pegar 300 martillazos para poner un taquito de madera de tres centímetros. Y con tornillos de bronce cabeza redonda, para darle más realce, se aseguraba. Yo, previendo los tiempos que vendrían, le ponía un cemento al tornillo para que no la robaran.

-Y eso hacía a una identidad de ciudad. Ahora se están construyendo nuevos edificios y todas esas señalizaciones, que conformaban una estética urbana, se pierden porque no las vuelven a poner en las paredes nuevas. Me refiero a las numeraciones enlozadas. Cuénteme de la Casa Tuvy.
-Y claro, ahora vivimos en la era del plástico. Yo nací en el año 1928. Mi padre, Samuel Gabriel Tuvy, era representante de una empresa naviera, en ese tiempo en que no había balsas. Agencia Marítima Davide, se llamaba. Hacían el cabotaje fluvial, cuando teníamos buenos puertos y buenos muelles. Por ejemplo, en Paraná estaba ubicada en la zona del puerto Italo Lilino, agente marítimo. En la esquina de Alem y Monte Caseros, en la ochava frente a la Mueblería Blanca, estaba la agencia de Celestino Noguera, ciudadano paraguayo. Éste a su vez tenía como encargado a don Cosme de Felice, que había puesto una placa esmaltada que decía “Cónsul del Paraguay”. Hablaba bien como paraguayo. La agencia en la que mi padre empezó a trabajar era la de un hombre de apellido Davide, que cuando murió, tempranamente, quedó manejada por la viuda, doña Angélica Pandolfeli de Davide. Ella era oriunda de Paraná, porque Pandolfeli, su padre, era un sastre de esta ciudad, dueño de un departamento en el Palacio Bergoglio (N. de la R.: donde hoy funciona la tienda Balbi, en San Martín y Andrés Pazos).

-Era un lujo, con su bar Polo Norte en la planta baja y la cúpula de pizarra en lo alto.
-Y con el Cine Urquiza con el techo corredizo. Bueno, todas las agencias marítimas trabajan muy bien. Llegaban los barcos de Buenos Aires y Rosario. Aquí la jurisdicción era Diamante, Paraná, Villa Urquiza, Colonia Celina, Brugo y La Paz. Había muelles y atracaban barcos grandes.

-¿Qué cargaban?
-A eso iba. Acá en la zona de Entre Ríos la mayoría llevaba cereales en bolsa. Yo tendría 5 años y recuerdo que mi padre me llevaba a Bajada Grande, que tenía un elevador con la cinta para transportar las bolsas, donde había uno que iba calando para sacar la muestra. Era toda una mole de chapa zinc. Mi viejo me llevaba allí cuando existía el ferrocarril que llegaba hasta Bajada Grande. Había muchos hombreadores, muchos trabajadores.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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