Buen punto de partida

M. C.
En la ciudad de Concepción del Uruguay se desarrolló la 23ª edición del clásico más importante del fútbol entrerriano. Luego de una década de transitar por diferentes caminos, Gimnasia y Esgrima y Patronato volvieron a verse las caras en una cancha de fútbol. Se volvía a reeditar el derby más caliente y convocante del mapa provincial. La expectativa previa era enorme en ambas costas. El Lobo uruguayense llegaba a este partido con la lógica presión de ser local y tener que demostrar mejores argumentos ante su gente. Es cierto que la última temporada en el Torneo Argentino A no fue de las mejores y había que recomponer la imagen para empezar con el pie derecho. En la otra vereda, el equipo rojinegro llegaba más entonado por el reciente ascenso de categoría, con más hambre de gloria y la oportunidad de volver a jugar un encuentro que supo tener tardes memorables. La mesa estaba servida para saborear un plato servido por los mejores chef, con la esperanza de que los comensales pudieran disfrutar de un menú a la altura de los restaurantes de primera línea. Así estaba planteada la historia que había comenzado el 19 de febrero de 1978 con la victoria para Patronato por 5 a 4 en el marco del Torneo Regional. Ese cotejo será recordado como uno de los más pródigos en goles. Sin embargo, en el último choque entre ambos el marcador no se abrió –terminó 0 a 0– y el público que concurrió al Estadio Presbítero Grella se quedó con las ganas de romper la garganta en un solo grito.
Estas líneas pretenden brindar un panorama acabado de la reedición del partido que despierta pasiones, identifica bajo los colores a un pueblo que siente el fútbol como pocos y demuestra que el fútbol de la provincia está más vivo que nunca. Bajo estos parámetros vale decir que el mejor escenario estaba dispuesto en el Estadio Núñez. Después de 10 años de padecer penas, tristezas, alegrías y sinsabores los representativos más importantes de la provincia volvían a medir fuerzas en una cancha de fútbol. La rivalidad entre sus simpatizantes nunca se extinguió y ya sea a través de banderas, mensajes en los medios o de los foros de Internet, demostraban que las ganas de vivir esa adrenalina previa a un clásico estaban más vivas que nunca.
Tanta espera valió la pena, en especial para aquellos corazones desanimados que creían que el gran día no llegaría jamás y la muerte los encontraría sin la posibilidad de disfrutar de ese gran duelo.
La primera impresión es la que cuenta, dice el viejo axioma, y así se puede interpretar el empate en cero entre Gimnasia y Esgrima y Patronato de la Juventud Católica. A la distancia el observador neutral puede interpretar que ambos elencos salieron a cuidar el cero en su arco para después pensar en romper la fortaleza defensiva propuesta por el rival. Ninguno de los técnicos se animó a deslizar tal apreciación en la antesala del partido, pero en el mensaje que transmitieron a sus dirigidos se instaló la idea de que el punto no es malo y más si el rival que se tiene enfrente es el clásico de toda la vida. Así salieron a jugar, con los dientes apretados, sabiendo que en este tipo de instancias no se puede regalar nada más allá que sea el debut en el certamen. De hecho, la realidad del fútbol marca este tipo de cuestiones, en donde un técnico no tiene más opciones que atenerse a la tiranía de los resultados. Y aquel que lea estas líneas podrá pensar hasta dónde hemos llegado para sostener una idea futbolística que rompa con la belleza del juego y se ate a los dogmatismos del resultadismo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)