La vigencia de los duendes

Luis María Serroels
“Todos los años, en la estación del invierno, se hacían venir las mejores compañías líricas. Eran subvencionadas por el gobierno nacional. Se tenía un pintor escenógrafo, Antonio Casanova, italiano, para las decoraciones especiales que exigían algunas óperas” (Libro de Oro de Paraná).
Esto da cuenta de los signos distintivos de lo que ha sido a través de los tiempos como receptáculo de las más bellas expresiones artísticas nuestro gran coliseo. El Teatro 3 de Febrero celebra un siglo de vida.
Nobleza obliga. Parte de este material fue publicado por este periodista en la edición número 7 de la Revista de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés de Paraná, bajo la dirección editorial de Aldo Colcerniani, para quien vale un reconocimiento. Fue en octubre de 1978 cuando la sala capitalina cumplía 70 años de existencia y al escribir la semblanza, imaginábamos si Dios nos daría la oportunidad de festejar el centenario. La referencia de ninguna manera invalida la reiteración –ampliada desde luego– por tratarse de aspectos que hoy para muchos continúan siendo desconocidos. Y porque además, la nostalgia tiene la virtud de retrotraernos hacia jornadas gloriosas que han cimentado el influjo de esta sala.
Es un hecho que en toda expresión del arte existe un duende que recorre, en mágica peregrinación, el periplo maravilloso que proponen la fuente milagrosa de la inspiración y la sensibilidad perceptiva del público receptor. Y precisamente eso es lo que mantiene vigente un espíritu marcado a fuego para definir el alto prestigio alcanzado por este verdadero icono de la cultura que enorgullece al país.
Punto de partida
Por sabia decisión del entonces gobernador de nuestra provincia, Justo José de Urquiza, comenzó la construcción de dos edificios para manifestaciones teatrales (la otra estaba en Gualeguaychú). Fue José Quirce, director de una compañía teatral, quien dirigió su obra cumbre, es decir, la erección del edificio con ayuda de un préstamo oficial. El 9 de diciembre de 1851 se iniciaron las obras y el 1º de febrero de 1852, aún no finalizadas, se ofreció la función inaugural con un programa integrado por Sinfonía e Himno Entrerriano y el drama Urquiza o Muerte (allí comenzaron a irrumpir los duendes).
El 8 de agosto de ese año terminaron las obras, cuyo cometido se extendería hasta 1890 en que la revolución producida determinó la utilización del teatro para acantonamiento de tropas, haciendo que los duendes se llamaran a sosiego para aguardar nuevos tiempos. Y esos tiempos reflorecieron en la primavera de 1908 con una función organizada por la Comisión de Damas Pro Monumento a Urquiza, que sirvió para inaugurar oficialmente la actual sala. Fue el 18 de octubre, en el 107º aniversario del natalicio del Organizador de la Nación. El asombroso periplo de los duendes se reiniciaba.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)