Hora de modificar estrategias

Luis María Serroels
(Especial para ANALISIS)
La dinámica natural de la política, los vaivenes de la economía y las dificultades para entrelazar las relaciones hacia adentro y hacia fuera del propio gobierno-Estado-partido (muchas veces colocados equivocada y peligrosamente en una misma mixtura), han sido quizás los elementos que con mayor fuerza y crudeza acuciaron el primer año de gestión de Sergio Urribarri.
Más que una mera conjetura, resulta una sólida reflexión que cuando Jorge Pedro Busti decidió ubicarlo como delfín político en la sucesión al frente del Estado entrerriano, ni uno ni otro imaginó lo difícil que sería manejar las cosas de la provincia durante este primer segmento. Mucho menos pudieron ambos vislumbrar la irrupción de hechos tan graves y situaciones de tanta conflictividad como los que caracterizaron la vida comarcana.
Busti viene de una historia gestionaria cargada de problemas y se debe recordar que en su primer mandato tuvo que aprender a nadar viajando en una especie de Titanic político. Urribarri, al lado de su antecesor muchos años y con el ajetreo legislativo en su saco, no le temió al compromiso y se lanzó a la tarea que hoy muy pocos le envidian.
Un año atrás el actual gobernador asumía sabiendo que no son los discursos los que honran a las personas, sino que deben ser éstas las que enaltezcan sus dichos, y ello se configura con la fiel traducción de lo expresado en el real cumplimiento de las promesas. Y por cierto sin ignorar que debería desandar un camino apasionante en esencia, pero desgastante y a veces intolerable en su ejercicio práctico. Lo suyo fue un acto de audacia en el correcto sentido de la palabra, donde confluyen las legítimas ambiciones políticas y las ganas de entrar en la historia sean cuales fueren los desafíos cotidianos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)