A propósito del proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual

La pesada herencia que nadie quería perder

Edición
837

Carlos del Frade

Para romper el discurso hegemónico no alcanza con una nueva norma. Un desafío para la construcción colectiva de la comunicación. El 16 de febrero de 1976, cuando restaban ocho meses para las elecciones presidenciales que nombrarían al sucesor de Isabel Perón, los diarios Clarín, La Prensa y La Razón fogonearon un lock out patronal –seguido de misa–, convocado por la Asociación Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE). Exigían “la rectificación total de la filosofía política, económica y social que ha llevado a nuestra Argentina al borde del caos”. La entidad estaba formada por las cámaras empresariales, la Sociedad Rural y demás entidades del agro y el Consejo Empresario Argentino, que presidía José Alfredo Martínez de Hoz.

Desde los medios masivos de comunicación, se apostaba al golpe que estalló el 24 de marzo para imponer el terrorismo de Estado. Sus impulsores, desde la oligarquía proimperialista al gobierno estadounidense, apostaban a derrocar el ya desprestigiado orden constitucional mediante un plan neoliberal impuesto por la persecución y el genocidio.

“Total normalidad, las Fuerzas Armadas ejercen el gobierno”, decía Clarín ante el golpe. Entonces el diario no gritaba por la democracia y la libertad de expresión, sólo instrumentaron reestructuraciones de la línea editorial acordes con las nuevas pautas de propaganda oficial que buscaban concentrar.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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