Ser periodista

José Carlos Elinson
Mientras se repita esa mínima, casi imperceptible tensión antes de teclear la primera palabra o antes de encenderse la luz roja que nos anuncia AIRE, mientras las manos sobre el teclado se echen a volar por cielos impensados y las palabras aparezcan en la pantalla como caídas de esos mismos cielos, mientras los horarios sean una anécdota -a excepción de los de aire y los de cierre-, y los compromisos cotidianos, de esos que tiene la gente, estén siempre en un plano secundario al de las infinitas maneras de vivir y contar la noticia, el periodista que nos define seguirá habitando en nosotros y gozando de buena salud.
Es que ser periodista es una elección pero no una elección más. Y seguramente no lo es tampoco la de tantas actividades que conforman el abanico de tareas que llevan a cabo los habitantes del planeta, pero nosotros hablamos de esta porque es la que conocemos. En realidad siempre hablamos de lo que conocemos, por eso somos periodistas, porque no somos improvisados, porque buceamos en profundidades a veces aparentemente inaccesibles con la consigna clara de no regresar a la superficie sin los elementos de autenticidad indubitable para dar testimonio de las cosas que pasan, de su génesis y de su desarrollo.
Ser periodista no es un divertimento, aunque nos divierta a morir.
Ser periodista es un compromiso con todas las cosas que quieras ponerle, pero en primera instancia con nosotros mismos. Si nos fallamos a nosotros mismos será muy poco lo que se pueda esperar de nosotros mismos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)