Ahora sí, todas las cartas sobre la mesa

A un urribarrista y a un bustista se les preguntó esta semana si es real o ficticia la distancia que separa al primer mandatario de su antecesor. Se los consultó acerca de si se trata de un verdadero enfrentamiento o si sólo son maniobras tácticas distractivas de las que apasionan a los hombres públicos que se mueven en el espacio del poder.
Antonio Tardelli
El urribarrista asintió.
–Todo lo que aparece en la superficie está pasando de verdad.
El bustista también.
–Claro que es real. Sólo falta la formal declaración de guerra.
Algo parecido a una formal declaración de guerra resonó durante la mañana del martes cuando Sergio Urribarri, titular del Poder Ejecutivo, expresó con todas las letras lo que apenas había insinuado en ocasión de lanzar solemnemente su convocatoria a la versión local del diálogo. Tras considerar a su gobierno como “el más hacedor de la historia”, dicho lo cual manifestó sus respetos hacia los mandatarios anteriores, Urribarri se mostró dispuesto a seguir ocupando “el centro de ring” hasta 2011. Añadió: “Y si las circunstancias lo permiten, por cuatro años más”.
En rigor, las expresiones de Urribarri constituyen su contestación a una serie de acciones de Jorge Busti que la Casa Gris interpretó como rupturistas. La determinación de tres de sus legisladores de alejarse del bloque del Frente para la Victoria, la iniciativa que en la Cámara de Diputados promovió para modificar el destino de fondos nacionales y las declaraciones en las que su alfil José Allende atribuyó la derrota de junio a la gestión oficial no podían sino ser leídas como el final de una etapa de compleja armonía. Con más lamento que enojo, por estos días el gobernador Urribarri les recordó a los suyos que si algún recaudo había tomado el 11 de diciembre de 2007 fue el de no hacer nada que dañara a su mentor. ¿Variará ahora su comportamiento?
No por el momento. El gobernador cree efectivamente que sus posibilidades están atadas a la gestión (“no es mi estilo andar peleando”, comenta) y apuesta a la homogeneidad de un gabinete que, intuye, no alterará su andar sean cual fueren las secuencias de un eventual choque. Allí su optimismo supera, al menos por ahora, las desconfianzas que se podrían generar alrededor de un equipo de colaboradores en parte heredado del Tercer Busti. Pero para alcanzar los objetivos que proyecta, su administración precisa del concurso del kirchnerismo, sensiblemente golpeado mas no inactivo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)