Miserias de la prensa de la democracia

Antonio Tardelli
El kirchnerismo suele descubrir tarde, con la pasión de quienes han cambiado de bando, lo hace mucho descubierto.
Ello no le impide exclamar “eureka” y conseguir que un ejército de aduladores exclamen “eureka” con él.
Como ocurre también en el campo de los derechos humanos, todo lo que sobre el periodismo advierte ahora el kirchnerismo estaba ya dicho en los ochenta. El kirchnerismo atrasa.
Entre marzo y julio de 1984, o sea poco después de la restauración democrática, los periodistas Carlos Gabetta y Sergio Joselovsky publicaron en la recordada revista “Humor” una serie de notas titulada “Miserias de la prensa del Proceso”.
Aquellos textos marcaron a una generación de comunicadores. Por tanto, repasarlos es siempre oportuno. Pudo pensarse que aquella condena retrospectiva sería a futuro un infalible antídoto contra la abominable tendencia de los periodistas a convertirse en vehículo de propaganda de los gobiernos. Pero no ocurrió.
Rara realidad, perverso efecto, tres décadas más tarde el tiempo que denuncia las calamidades de la dictadura incurre en una omisión imperdonable que los años de plomo parecían haber desterrado por siempre: la que obliga a la prensa, en función de su responsabilidad con el presente y con el futuro, a desconfiar del poder (de todos ellos, del político, del económico, del corporativo) para no ser su cómplice.
Es dramático: una generación entrenada en el hábito de la memoria olvida –o lo que es más patético aún, ignora– las lecciones del pasado.
(Más información en la edición gráfica 981 del 20 de diciembre de 2012 de la revista ANALISIS)