Una pausa dentro del olvido

Pablo Javier Canavelli
Los recuerdos son imágenes del pasado que se archivan en la memoria. Esos recuerdos nos sirven para perpetuar algo o a alguien. Asimismo, los recuerdos se definen también como una reproducción de algo anteriormente aprendido o vivido, por lo que están vinculados directamente con la experiencia. Y nuestro cerebro tiene la capacidad de tener una memoria selectiva, por lo que consciente o inconscientemente dejamos algunos recuerdos en el olvido y rescatamos otros. El paso del tiempo va desdibujando incluso las líneas del tiempo en nuestra memoria, por lo que con el correr de los años los momentos que guardamos no necesariamente los recordamos con efectiva verdad cronológica.
“, incluso el olvido.”, de Román Rolando Vitas, pareciera ser una novela en la que esa coma del título ya nos habla de una pausa necesaria antes de comenzar a leer el texto y asomarnos a las historias que quiso rescatar el autor. Incluso aquellas que nos permite entrever pero deja que se diluyan en el olvido (como en la memoria de sus personajes protagonistas llenos de recuerdos y lagunas necesarias). Son historias de inmigrantes en busca de un futuro o, mucho más acertadamente, en busca de un presente. La gran mayoría de los personajes fueron embarcados en la aventura del exilio siendo niños y sin certezas sobre el camino más que la soledad que los acompañaba.
La novela tiene dos o tres comienzos, o cuatro tal vez. El autor juega con esa sensación onírica de no saber qué fue antes y qué después. Es más, la organización textual completa hace de ese vaivén su estructura. Así, de un puerto de Europa pasa a un tren transiberiano y de allí a Buenos Aires, en pocas páginas, y vuelve a llevarnos a Europa en pocas líneas. Con una habilidad extraordinaria para no perder al lector una vez que éste se sumergió en la dinámica que plantea Vitas, estas historias y estos personajes -que al comienzo de la novela pueden resultar inconexos-, casi al final del libro van siendo cada uno parte necesaria del texto.
El texto que puede ser tomado como acápite del libro pero que simbólicamente también lo cierra, dice: “A veces los recuerdos son extraños: unos se reproducen en relieve, exactos, cincelados sobre el tiempo. Otros son apenas una nebulosa, imposible de ver si uno la mira directamente, y que sólo toma forma al alejarla del centro de atención”.
(Más información en la edición gráfica número 1022 de ANALISIS del día 11 de junio de 2015)