OPINIÓN. La ausencia de Scioli y las defensas que de él se ensayan

Un debate y los límites cercanos del mundo político

Edición
1030

Antonio Tardelli

Es comprensible, desde una lógica resignada pero frecuente, que la primera línea del poder transite por el borde del ridículo al tiempo de argumentar. En determinados momentos de las carreras políticas, el realismo hace estragos. El posibilismo se impone. La razón de Estado prospera.

Aníbal Fernández, el inteligente jefe de Gabinete, es un arquetipo de esa especie. Oportunista, eterno peronista oficialista, el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente Para la Victoria (FPV) puede recorrer sin sonrojarse ese camino de boutades. A veces hasta logra ser gracioso.

Claro que para ello hay que haber sobrepasado determinadas fronteras, por más dramático que a la postre sea jugar siempre en terreno inescrupuloso. En la lógica de un poder que pierde de vista las motivaciones más generosas, las más altruistas, todo puede ser dicho y todo puede ser sostenido.

Por tanto, ni sorprende ni decepciona que Fernández califique de tedioso el debate que el domingo protagonizaron cinco candidatos a presidente. Tampoco que felicite a Daniel Scioli, acaso el próximo Presidente de la República, por no haber debatido con sus competidores, igual que Carlos Menem en 1989.

Mucho más llamativa es la actitud que se advierte en terceras o cuartas líneas y particularmente enjóvenes entusiastas y evidentemente dispuestos a todo por ascender en la nomenclatura. Loro jerarquizado, puntero encumbrado, esta clase de individuo se pliega al posibilismo para, ya desde los años mozos, entregarse a las justificaciones ilustradas. Eso paga bien. Suele ser bien recompensado.

Está lleno de estos ejemplares. Abundan sobre todo en las redes sociales. Un incauto, incluso, podría confundirlos con militantes o simpatizantes rasos.

(Más información en la edición gráfica número 1030 de ANALISIS correspondiente al 8 de octubre de 2015)

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