Adelanto del libro “Los doblados”, de Ricardo Ragendorfer

Los laberintos del Batallón

Edición
1044

Por Ricardo Ragendorfer

El edificio ubicado en Viamonte y Callao no era una joya arquitectónica. Se trataba de una antigua construcción de nueve pisos con un ligero toque neoclásico. Sin embargo, a lo largo del tiempo había mutado hacia un estilo decididamente gótico, tal vez en virtud de la atmósfera ominosa que flotaba a su alrededor. Todas sus ventanas permanecían invariablemente cerradas con postigos metálicos pintados de verde oscuro; de ese mismo color eran las chapas blindadas que tapizaban el frente de la planta baja, al igual que el portón y la garita de la esquina. No había carteles ni placas que indicaran la verdadera naturaleza del lugar. Se sabía que en su sótano, diecinueve años antes, había estado secuestrado el féretro que contenía los restos de Evita. Y se daban por ciertas otras historias no menos truculentas. Era el cuartel general del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE), también conocido como Batallón 601 de Inteligencia.

En la mañana del viernes 17 de octubre de 1975, el canillita del kiosco de enfrente advirtió la llegada de un Falcon gris con ventanillas polarizadas. Y con disimulo, clavó la mirada en ese punto. Un muchacho se le acercó para comprar El Gráfico, y él dio el vuelto sin sacar la vista del vehículo; luego vendió un ejemplar de La Opinión observando de soslayo cómo uno de sus ocupantes bajaba de la cabina. Este lucía anteojos espejados y de una mano le colgaba un portafolio. Rápidamente se perdió tras el portón del edificio.

Sin despojarse de sus anteojos, a pesar de la tenue luz del recibidor, el recién llegado sólo declamó un apellido y su condición de capitán. Ratificó ambos datos con una credencial. Un guardia comparó la foto.

(Más información en la edición gráfica número 1044 de ANALISIS del jueves 11 de agosto de 2016)

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