No hay límites, hay desafíos

Pablo Rochi
Hay historias de vida que merecen ser contadas para entender que los verdaderos campeones no son sólo los que levantan la copa o dan la vuelta olímpica. Ésta es una de ellas.
Se trata de Gabriela Castillo, una joven paranaense que tiempo atrás tuvo un accidente de tránsito. Por aquel episodio ella salvó su vida de milagro. No obstante, el hecho tuvo otras consecuencias: debieron amputarle una de sus piernas, por debajo de la rodilla.
Gabriela no se quedó con esta mala experiencia y este oscuro recuerdo, sino que le hizo un gesto a la vida y, gracias al deporte, dio pelea y salió adelante.
Después de atravesar días de mucho dolor, sufrimiento y reproches, tomó la determinación de darle un fuerte giro a su vida. Se puso metas, empezó a cumplirlas y hoy, 16 años después de aquella triste jornada, disfruta de un presente muy diferente.
A pesar de la amputación de una de sus piernas, Gabriela Castillo realizó el curso de buceo, practicó natación, compitió en triatlón y ahora participa en diferentes carreras. Con una prótesis especial encontró la manera de hacer lo que más le apasiona: practicar deporte.
Su entusiasmo y su capacidad son tales que tiempo atrás fue convocada desde el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) para llevar adelante diferentes entrenamientos.
Actualmente, mientras aguarda con ansias la posibilidad de recibir una beca a nivel nacional, sueña con representar al país en competencias internacionales y además aspira a clasificar a los juegos Paralímpicos de Tokio. Está claro, un ejemplo de superación, de esfuerzo y muchas ganas de vivir.
—Uno puede conocer tu historia, asombrarse y admirarte, pero qué mejor que saber lo que te sucedió en primera persona, aquel hecho lamentable y los días posteriores que significaron un cambio rotundo en tu vida.
—En sí es una historia larga, bastante larga. Arrancó el 2 de octubre del 2000. Ese día tuve un accidente y la amputación de la pierna fue en el momento. Eso no fue lo único que padecí, porque también hubo trastornos en los riñones y otras complicaciones. Fue un largo proceso que soporté. Tras el accidente y la amputación, lo primero que pretendía era volver a caminar, aunque te das cuenta de que ya nada es lo mismo. Cuando te despertás y de repente te ves sin una pierna, es un golpe muy fuerte. Terrible. Anímicamente te pega muy fuerte. Primero tenés que asimilarlo y, una vez que lo lograste, debés convencerte de que podes rearmar tu vida, aunque no es fácil. Una vez que pasa eso y que tenés la cabeza más fría, empezás a analizar qué es lo que se puede hacer para volver a tener una vida que considerás normal.
(Más información en la edición gráfica número 1052 de la revista ANALISIS del jueves 8 de diciembre de 2016)