El debate político, la reforma laboral y los intereses a representar

La democracia o cuando los ricos compran gobiernos

Edición
1063

Antonio Tardelli

Las diferentes variantes del sindicalismo, más las CGT y menos las CTA, se opondrán a toda proyectada modificación sin siquiera evaluar su contenido. Será suficiente el origen macrista de la idea. Otro gobierno dispondría de un margen mayor de maniobra: hábiles gremialistas podrían justificarlo con sesudasreferencias a hegemonías, relaciones de fuerzas o imprescindibles retrocesos a los que sucederán inexorables avances. Pero no es el caso. El macrismo sólo recogerá un generalizado rechazo.

La CGT ya ha manifestado que es “reaccionario”, y no “progresista”, un esquema de reforma como el brasileño. Debe saludarse la incorporación de tales categorías a la oxidada jerga del gremialismo peronista. Las novedades en el léxico deben ser tomadas como la módica ganancia de un tiempo abundante en pérdidas. El gobierno, que no oculta su propósito de debilitar el poder de los sindicatos, intentará avanzar tanto como pueda en la flexibilización del régimen del trabajo.

(Más información en la edición gráfica número 1063 de la revista ANALISIS del jueves 27 de julio de 2017)

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