Las prácticas reservadas de la política y el expediente de los contratos truchos

Las caras y las máscaras

Edición
1123

Antonio Tardelli

A veces la política se permite raptos de autenticidad. Se presenta como efectivamente es. La política de verdad es mucho más divertida que la política impostada. Lo genuino dice mucho más que lo afectado. Es cierto que desde siempre la política supone una actitud de representación. Hay escenarios y telones. Hay caras y máscaras. La era de lo mediático potencia esa arista. Las impresiones rápidas le ganan a las ideas solventes. Los políticos muestran su costado más artificial.

Pero de vez en cuando la política queda al desnudo: un micrófono impensadamente abierto, una cámara encendida que no avisa, un audio privado que deviene público, un dossier secreto que termina siendo divulgado. Condenada por lo general a la trastienda, en contadas ocasiones la política real se asoma de manera imprevista. Quedan expuestas las motivaciones más sinceras y las reacciones más espontáneas. Lo oscuro se ilumina. Lo opaco se vuelve transparente.

Los términos en que la asesora presidencial Cecilia Nicolini se dirigió al responsable del fondo ruso de inversión al que la Argentina adquirió la vacuna Sputnik dejaron ver las preocupaciones reales del gobierno y no las declamadas en el espacio público. Revelaron la desesperación de una gestión que en la escena colectiva transmitía tranquilidad. Exhibieron la inquietud que la premeditada calma procuraba disimular. Admitieron lo que no se reconoce en la discusión abierta: que en la Argentina la situación es delicada y que la vacunación viene demorada.

Cada tanto la política se deja ver tal como es. Desfila sin frenos inhibitorios por los grandes decorados y por los escenarios más modestos. Hace semanas, sin advertir que una cámara y un micrófono registraban sus palabras, el jefe del distrito Entre Ríos de Vialidad Nacional, Daniel Koch, le hizo saber a un  senador provincial, Juan Carlos Kloss, que no trabajaría coordinadamente con determinado funcionario porque ese otro individuo era un ladrón. Un delincuente. Un impresentable. La charla, mantenida en plena vía pública, acababa con la invitación a tomarse una fotografía que sería distribuida a los medios de comunicación. Era la transición de lo privado a lo público. De lo real a la pose. Pero sin vueltas lo más significativo había sido la revelación de lo que debía permanecer en secreto.

(Más información en la nota de la edición gráfica número 1123 de la revista ANALISIS del jueves 5 de agosto de 2021)

Edición Impresa