Diálogo con Daniel Petelín, cura párroco de “Nuestra Señora de Lourdes” de Concordia

“Entendemos que el camino de fe va en todo lo que la persona necesita”

Edición
1156

Daniel Ceferino Petelín es sacerdote católico, cura párroco de “Nuestra Señora de Lourdes” en Concordia. Tiene 62 años de vida y fue ordenado sacerdote cuando tenía 26 años, el 11 de diciembre de 1988. Lleva 40 años ejerciendo el magisterio. Ha ido como misionero al África, tierra a la que siempre regresa y encuentra en el acompañamiento de los más necesitados el rostro de Dios.

Por Nahuel Maciel

“Los pobres tienen todavía mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto que lo esencial en la vida es otra cosa”, sostuvo el papa Francisco en su mensaje para la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que la Iglesia celebró el pasado 17 de noviembre.

Quien visita la Parroquia “Nuestra Señora de Lourdes” de Concordia lo comprenderá mejor; además de percibir con mayor claridad que “la felicidad no se puede adquirir pisoteando los derechos y la dignidad de los demás”, tal como lo advierte el propio Francisco.

El padre Daniel Petelín recibió a ANÁLISIS el jueves 7 de noviembre a las 9 de la mañana. La parroquia es enorme no por su edificio sino por la labor que despliega las 24 horas los 7 días de la semana. No hay descanso. Las necesidades brotan por doquier. Y una bondadosa red de voluntarios coordinador por el cura párroco, hacen el milagro, todos los días, para que los que menos tienen reciban la caricia del saber que nadie está solo con su padecimiento.

El propio padre comparte la obra diaria: 400 platos elaborados de lunes a viernes, que se transforman en 1.200 los sábados; además de los bolsones con alimentos que las familias más necesitadas retiran para cocinarse en sus hogares. En esa parroquia funciona el único centro de recuperación de adicciones de Concordia (la segunda ciudad en importancia en la provincia) además de otro centro de similares características, pero con la modalidad de internado. Eso no es todo, también alberga a personas en situación de calle y a ancianos que han sido expulsados de sus familias o no pueden contar con ella. También funciona una guardería para bebés desde los 45 días hasta los 3-4 años, jardín de infantes, centro de atención odontológica gratuita y otros servicios indispensables para vivir en comunidad.

La droga perfora toda noción y hace estragos. Los niños –denuncia el padre Petelín- arman “las bochitas” de cocaína en sus viviendas familiares como si amasaran torta fritas, como un juego. A pesar de esa cruda e hiriente realidad, recrea la esperanza “porque todos los cristianos debemos ocuparnos desde el enfermo, desde el hambriento, desde el que sufre, desde el que está en adicción, de todos los dolientes y necesitados”.Y agrega: “Desde el sentido de justicia, entonces al Estado le correspondería tener que solucionar los inconvenientes de alimentación o de pobreza de nuestra sociedad. Al menos solucionar lo básico: salud, educación, justicia, seguridad, vivienda. El Estado debe asumir esa responsabilidad. Pero, sabemos que el Estado no puede solucionar estos inconvenientes, por eso desde la parroquia estamos dando una mano”.

No oculta la realidad, la exhibe en su mayor dimensión. Sostiene que la Justicia no persigue al vendedor de drogas, al que la trae a la comunidad sino a los adictos. Un cuento de nunca acabar, porque el problema sigue como un círculo perverso. Niños jugando a embolsar cocaína: esa es la realidad cotidiana de este padre que enseña: “Entendemos que el camino de fe no va solo en lo espiritual, va en todo lo que la persona necesita. Si la persona -como diría la Madre Teresa-, tiene hambre, primero le doy de comer y después le voy a decir que Dios lo ama. Pero, primero le voy a dar de comer”.

- ¿De dónde es su familia?

-Mi familia es de Santa Ana, cerca de Chajarí. Somos cinco hermanos, tres varones y dos mujeres, todos seguiditos, con un año de diferencia cada uno. Soy el segundo. Mi mamá era leprosa cuando yo nací, así que tuvo muchas dificultades. Pero, gracias a la fe ha podido seguir adelante.

- ¿Por qué lo referencia?

-En esa época, el médico le aconsejó que no debía seguir adelante con su embarazo a causa de su lepra. Y ella dijo que no, si Dios le mandó al hijo, ella va a seguir adelante; si ella tiene que morirse, será la voluntad de Dios; si su hijo tiene que morirse, será la voluntad de Dios. Pero, ella no iba a hacerse un aborto porque el médico le dijera que podía haber riesgo de vida. Entonces el médico le dice que. si ella iba a tener un hijo y ella se moría, entonces iba a quedar huérfano. La respuesta fue más clara. Mi mamá le respondió que Dios se va a encargar si ese hijo queda huérfano. Pero, yo no voy a matar un hijo para tener que cuidar al otro que está vivo. Bueno, así que ella siguió con su embarazo y yo nací bien.

-Y su vocación como sacerdote, ¿cómo nació?

-Desde pequeño en mi familia éramos de orar mucho, porque con la situación de mamá, ella sabía que en cualquier momento se podía morir por causa de su enfermedad, porque la lepra deja muchas secuelas. Entonces, éramos de mucha oración en casa. Papá también, porque fue huérfano desde chiquitito, desde los 6 años. Él era el hermano mayor, lo crió solamente su papá, era huérfano de madre, y entonces él vivió con mucha fe toda la vida. Mi madre también. Somos de familia religiosa, y éramos de orar todas las noches juntos, pedir a Dios la protección. Desde pequeños teníamos una revista que era el “Mensajero de San Antonio”, que se recibía me parece desde la Abadía de Victoria, porque era de los benedictinos. Y teníamos comunicación, fotos, imágenes de niños del África y todo eso, así que nos decían: a ellos hay que quererlos mucho, hay que cuidarlos mucho, porque ellos son muy carenciados, muy necesitados. Entonces, nosotros teníamos mucho contacto con el párroco de donde estábamos ahí, el padre (Emilio Adolfo Práxedes) Abecia, que además fue intendente durante 20 años en Villa del Rosario. Volviendo a la vocación, desde pequeños Dios fue como sembrando en mi corazón este deseo de poder servir y de poder ayudar. ¡Y poder ayudar a los más necesitados!

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1156, del día 21 de noviembre de 2024)

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