El objetivo es abrir una nueva calle que desemboque en la playa

Villa Urquiza: quieren tirar abajo la casa donde vive una joven y su beba

Edición
1156

En Villa Urquiza, las autoridades políticas están descargando todo el poder del Estado sobre una joven de 26 años y su beba de 1 para que abandonen su casa. El objetivo es abrir una calle. En otros términos, cambiar el canto de los pájaros, la flora y la fauna natural, las personas que conviven sin dañarla por más cemento, más autos, más ruido de máquinas, más monóxido de carbono y otros daños que propone el “progreso”.

Natalia Buiatti

Karen Picazzo tiene 26 años. Es delgada, de estatura media. Tiene los ojos redondos, claros, brillosos, de un color indefinido. El pelo largo y ondulado, rubio, que recoge con una coleta encima de la nuca. La sonrisa ancha y los labios gruesos. La piel lozana. Su aspecto es humilde, inocente y saludable. Es una mujer joven y todavía no es consciente de la fuerza interna que la mueve. Casi en soledad enfrenta los embates del poder político donde vive, Villa Urquiza.Esa pequeña población del departamento Paraná que la joven, su hija de 1 año y otros integrantes de su familia, habitan desde hace más de cuatro décadas.

Esta crónica cuenta retazos de la historia y la identidad de esa mujer, de su infancia feliz en la costa, de sus abuelos, de los veranos en familia, del calor a la siesta, del canto de las chicharras y el chapoteo infinito. También las memorias para su beba, los recuerdos de su familia, de sus vecinos, y de todos los pobladores de Villa Urquiza.

“Yo soy la dueña porque esta es la casa de mis abuelos. Nadie me la prestó, ni la alquilé. La habito desde que soy bebé. Acá está toda mi infancia”, cuenta una mañana fresca de noviembre, mientras carga en brazos a su hija. Karen Picazzo recibe a ANÁLISIS después de haber expresado por teléfono que el intendente Manuel Tennen, quiere que se vaya de sulugar, que lo abandone, que van a pasar la topadora porque planean abrir otra calle que desemboque en la playa. La mañana del encuentro se siente un poco ansiosa. Agradece ser escuchada. Muestra la vivienda. Dice que la emplazaron sus abuelos hace décadas, cuando ella todavía no había nacido. “Mi abuelo compró esto en 1980. Empezó a pagar la luz y en 1984 el agua. Primero tuvieron un rancho y después trajeron esta prefabricada de Córdoba”, señala.

 

La familia de Karen tiene una tenencia precaria sobre ese suelo. La finca está ubicada entre los baños públicos de la playa y las instalaciones de Prefectura Naval Argentina, a pocos metros deAvenida Alameda de la Bajada, la vía principal que desemboca en el Monumento al Estibador, por la que acceden a la playa turistas y pobladores. El terreno tiene unos 15 metros de frente por 40 de largo. Se levanta sobre un espacio fiscal, como otras construcciones privadas de Villa Urquiza. Pero no sobre una calle. Tiene tejas en el techo. Una franja baja de ladrillos vistos reviste la pared del frente, desde el piso. Los detalles son en color verde agua y blanco. Yhay un tapial con canteros y plantas,unido por un portón de rejas, que divide la propiedad de la Costanera del Sol.

En los planos que publica la Municipalidad, la casa de Karen Picazzo y su pequeña hija no existen. En ese lugar continúa el trazado de la calle Primera Colonia Agrícola Militar “Las Conchas” hasta la Costanera del Sol. Pero esa no es la realidad. Concretamente, la calle Primera Colonia Agrícola Militar “Las Conchas” termina varios metros más arriba. La barranca, que tiene un suelo compuesto fundamentalmente por arcilla donde crecen árboles, cañaverales y otras especies propias de la zona, es considerada por los lugareños como un “desaguadero natural” que arrastra sedimento de lluvia, y una reserva natural que no puede destruirse. ¿Para qué quieren abrir una nueva calle que lleve más personas y más vehículos al río? Más aún cuando el proyecto supone pasar por encima la casa de una mujer joven y su pequeña beba, destruir parte de otras construcciones que están en la misma línea. 

Un juicio de desalojo

“Las intenciones de que nos vayamos comenzaron en 2020, en pandemia.Llegó una carta de desalojo cuando mi abuela todavía estaba viva. Mi papá tuvo que decirle que nos querían desalojar. Ella lloraba todas las noches. Buscamos una abogada. Nos dijo que nos quedemos tranquilos porque ella había ganado un caso similar, una familia con 20 años habitando un lugar. Nosotros ya teníamos 40 y pagábamos los servicios”, sintetiza Karen Picazzo y agrega que su padre es agente de Policía, que en 2020 trabajaba en la Terminal de Ómnibus de Paraná y, tras la intimación para el desalojo, lo trasladaron primero a Villa Urquiza y posteriormente a La Picada. “Lo llamaron del municipio y le dijeron que tenía que firmar el desalojo porque él es funcionario público e iba a perder el trabajo. Mi papá les preguntó si no se podía hacer algo pero nada. Y firmó. Después nos explicaron que sin testigos y sin copia, eso no tenía validez. Además fuimos escuchando un montón de cosas en Villa Urquiza, como que habían vendido nuestra parte, que no abrirían la calle sino que pretendían otras cosas como loteos”.

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1156, del día 21 de noviembre de 2024)

Edición Impresa