
Tras el fallecimiento del dirigente socialista.
Por José Carlos Elinson (*)
No fue desidia, Tago, te lo aseguro, fue una sensación que se balanceaba entre la bronca, la impotencia y el miedo de seguir acumulando despedidas innecesarias, por eso la demora de esta carta que nunca debería haberse escrito. Faltarán aquí, seguramente palabras inspiradas de poesía como las que te dedicó nuestro otro amigo Jorge Daneri, pero no faltará el reconocimiento a una trayectoria de la que tus afectos deben sentirse orgullosos.
Esclarecido, afable, convincente y convencido de los caminos que debías transitar en la vida y en la praxis de tu pasión política, hablaste cuando debiste hacerlo y callaste cuando entendiste que no valía la pena aportar a desencuentros.
Nunca lo reconociste de viva voz, pero el dolor que te causó la decisión de otros de separarte del Partido te golpeó, pero en segundos estabas de pie definiendo junto a María Emma otro espacio político al amparo de las banderas inclaudicables del socialismo que te definía y al que aportaste tus mejores esfuerzos.
No hablábamos de estas cosas en los cafés de las mañanas, tus palabras graficaban sueños y esperanzas imbuidas del pensamiento de los que te precedieron en la prédica por una vida más justa, más equilibrada, de oportunidades, de logros imprescindibles para convivir en una sociedad más justa donde la corrupción y los desvíos inconfesables de los que gobiernan quedaran en el plano de las anécdotas dolorosas pero lejanas.
Y tu cordialidad, Tago, y tu educación, dos valores que cultivaste y que llevaste con vos, como decía Ricardo Guiraldes, “sacramente, como la custodia lleva la hostia”.
Decir que con tu partida perdimos a una persona de bien es una verdad de Perogrullo, pero asegurar que tu viaje nos priva de mucho por hablar para despedirnos siempre con la sensación de habernos enriquecido humana e intelectualmente, será una convicción inquebrantable en la memoria de muchos.
Seguramente con el paso de los días tomaremos mayor conciencia de tu ausencia, pero no de la distancia. La muerte nunca puede contra todo, y no podrá ahora.
Ojalá Jorge Daneri no se equivoque y el encuentro primaveral que augura se dé en tiempos y espacios que desconocemos pero que anhelamos.
Por ahora te dejo un hasta siempre, Tago amigo. Ya habrá tiempo para más, después veremos.
(*) Especial para ANALISIS.