
El Hospital Salaberry de Victoria atendió a las víctimas del último día estudiantil.
Por Oliva Taleb (*)
Necesito escribir. Me enfrenta a un horizonte que prometa el digno amanecer que como sociedad necesitamos. Lo hago consciente de mi historia personal. Desde ese lugar de pertenencia a nuestra generación. La comunidad de Victoria, ha sido nuevamente sorprendida con una nueva tragedia que afecta en principio a un joven participante de un festejo, anticipado a convertirse en "egresado". Tanta gravedad, es una invitación para muchos, a opinar, prejuzgar, juzgar, con tanta claridad que lleva a lamentar que no hablaran antes, cuando pueda evitarse advertir que han habido sucesivos antecedentes que merecieron de mínima, "llamados de atención". Basta con sentarse en el banco de una plaza, para ver cómo jóvenes, niños, adolescentes, no cuidan de sí mismos y por tanto, tampoco lo hacen, o harán por el prójimo! Ese próximo que esquiva, sufre, por las bicicletas, motos aviesas, en contramano, que ruega para no atropellar una moto con niños, y también bebés, sin cascos que los protejan. Circulan frente a nuestras narices. La mía, la de la policía, la de los inspectores. Lo hacen sin sonrojarse, como una afrenta.
El tema deriva, por no decir, en la búsqueda de responsables. A ambos lados de la grieta en que estamos sumidos, están los que señalan, condenan, al Estado. Enfrente, los que apuntan con el dedo índice, a la familia. Los padres.
La filosofía dominante actual, con "éxito" por cierto, que el Estado, es comparable a un cáncer, al que hay que extirpar. Como entonces, "la religión era el opio de los pueblos", y hasta al abanderado de los ateos, se recuerda haberle escuchado un "Ayúdame Dios mío!", y al más liberal de los liberales reprochar la "ausencia" del Estado con fórmulas mágicas sobre lo que debiera/n hacer las autoridades de turno. Los reproches se vuelven más intensos si se están o no con ellas, por supuesto. Los comentarios, muchos de ellos, descarnados, impiadosos, amnésicos, no mencionan sobre irresponsables que acercan sin preocuparse demasiado en la promoción de bebidas, de piroctenia, y otras yerbas que no son para el mate, precisamente. Tampoco hacen mención sobre el compromiso de la amistad. El cuidar del otro, como el otro me cuidaría a mí. Advertirle sobre ciertos peligros que en la vorágine no alcanzan a dimensionar, sobre las consecuencias de ir "más allá", como quien porta la bandera de la osadía, confiado en que el angelito de la guardia, invocado por mamá y abuela, padres, abuelos, familia, ha de protegerlo. Mientras, piensan que los tiempos han cambiado y que tienen derecho a usufructuar de esos momentos, alguien comenta, sobre un internado de urgencia, rogando que no sea el propio, deseando que sea nadie.
Me duele el alma y lo sé porque forma parte de la medicina que sana, escribo, porque sé que estamos a tiempo. Insisto en convertir la maléfica, universal, impuesta del "miente, miente, que alguien tomará como cierta! en habla, grita, insiste en hablar y defender valores que como sociedad necesitamos impulsar y defender.
(*) Publicado en su Facebook.