
Sofía Funes y Felicita Fouce.
Por Nahuel Maciel
(Desde Gualeguaychú)
La reciente controversia en torno a la elección de la Reina del Carnaval del País no solo ha puesto en evidencia un error técnico en el cálculo de los puntajes, sino también algo mucho más profundo. Para la Comisión del Carnaval son más importante los valores que los logros superficiales. En un mundo que frecuentemente mide el éxito en términos de coronas y trofeos, lo sucedido debería ser recordado como una enseñanza: la verdadera victoria está en la integridad, en la responsabilidad y en el respeto por el otro. No otro ha sido el mensaje de la Comisión del Carnaval como de los clubes que animan el mayor espectáculo a cielo abierto que se vive durante el verano.
Es imposible no detenerse a reflexionar sobre cómo un simple error administrativo -la eliminación equivocada de un puntaje- puede desencadenar tantos desenlaces. Sin embargo, lo que resulta aún más significativo es la manera en que las partes involucradas reaccionaron ante esta situación. Sofía Funes (Papelitos), la reina elegida en un primer conteo, al enterarse del error y comprobar la imparcialidad del proceso, mostró una grandeza de carácter pocas veces vista en situaciones similares. En vez de aferrarse a la corona que se le había entregado, en vez de esconderse detrás de los hechos consumados, entendió que el camino del respeto a las reglas y al esfuerzo ajeno es mucho más valioso que cualquier logro efímero. Fortaleció el interés general del carnaval por encima de sus anhelos personales.
De igual modo, Felicita Fouce (Marí Marí), la otra protagonista de esta historia, decidió compartir el reconocimiento con la reina saliente, mostrando una humildad que pocas veces se observa en el competitivo mundo de los certámenes. Ambas reinas, en un gesto generoso de madurez, se convirtieron en un modelo de convivencia, más allá de las competencias y los aplausos. En un ámbito donde el brillo de la corona puede deslumbrar y distorsionar las prioridades, ambas demostraron –al igual que la Comisión del Carnaval- que los valores fundamentales como el respeto, la honestidad y el compromiso son, al final, los que verdaderamente dignifican como sociedad.
No cabe duda que el Carnaval del País edición 2025, más allá de ser una celebración de la cultura y las tradiciones, será recordado porque ofreció una lección de vida que no debe pasar desapercibida. Este error, aunque desafortunado, permitió que las verdaderas reinas -aquellas que llevan por corona la humildad y la transparencia- trasciendan la propia pasarela. Y es que, a veces, las lecciones más importantes de la vida no provienen de la victoria, sino de los contratiempos que enseñan a continuar con dignidad.
La Comisión Directiva lejos de esconder el error o de justificarlo, lo hizo público y ponderó el bien supremo de que el Carnaval no es solo un concurso de belleza o destreza, sino una gran celebración del esfuerzo colectivo, de los valores compartidos y del respeto mutuo. Que esta historia quede como un recordatorio de que, por encima de las coronas y los triunfos, es el respeto a la verdad lo que realmente define a los grandes.
Felicita Fouce asumirá con honor su título de Reina del Carnaval del País 2025 no solo porque la normativa lo indica, sino porque su gesto de dignidad y su capacidad para anteponer el bien común por encima de cualquier otro interés la convierten en la verdadera soberana de esta fiesta popular. Y la Comisión del Carnaval al subsanar esta situación, en rigor enseña que lo que importa no es el reconocimiento efímero, sino el legado que se deja con las acciones y el ejemplo del que se es capaces de transmitir: la verdad es más importante que los circunstanciales éxitos.