Sección

Otro espejismo en el comienzo de la educación

Por Ramón Cavallieri (*)

Habría que preguntarle a los científicos políticos que manejan la educación, de qué formula científica sacaron que, una mejor educación, depende de una determinada cantidad de días de clase proveniente, vaya a saber de qué fórmula empírica. 

Fui docente 30 años, pero anteriormente fui alumno del primario y secundario y tengo varias cosas para poder objetar, atacar y demoler el formulerio que, ya no me caben dudas solo tiene un correlato político en el que se denota claramente un aprovechamiento indiscriminado del populismo aterrador. 

Es que no tiene de donde prenderse la pedorra afirmación que, yendo 180,190, días a clases, se tendrán mejores alumnos.

A tenor de la experiencia vista en cada ciudadano mayor de 40 años, es absolutamente más cierto que no se cuenta por días (que además son totalmente falsos y mentirosos), sino por otros paramentos que son JUSTAMENTE LOS QUE, EN NOMBRE DE UNA MEJOR EDUCACIÓN, LOS DEJARON DE LADO. 

Veamos. Han aumentado no sólo los días, sino también las horas, ya que en forma casi ridícula, hacen ir a un chico de 1er grado al colegio, antes de que amanezca, y no importa si hace frío, calor, o no hay luz o agua en la escuela. 

La experiencia de la que hablo nos dice que las clases empezaban el 5 ó 6 de marzo y terminaban el 30 de noviembre. Pero claro, si llovía, o si faltaba el maestro nos reubicaban en otros salones. Los días patrios se festejaban ese mismo día en las escuelas y con los padres. Se solía comer en las aulas alguna comida típica. 

Los docentes no tenían días y días de talleres, reuniones, y cursos. Se daba clase. 

El alumno estaba obligado a estudiar lo que se dio, se tomaban pruebas sorpresas y lecciones todos los días, sin aviso previo. Existían las amonestaciones, suspensiones y expulsiones. Existían los "colorados" que nadie quería tener y no habían becas de repetidores. 

En aquella época no tan lejana, el peor bulling lo creabas vos mismo en tu propia contra por la vergüenza que te llame la profesora y no sepas nada. 

Para hacer un trabajo, sí o sí debías ir a una biblioteca y "copiar" los textos porque ni siquiera habían fotocopiadoras. Hasta te hacías socio de la biblioteca para que te presten el libro. IA no existía ni en los sueños. 

El profesor era respetado al máximo y si entregabas una prueba sin escribir nada, además del 1 eran 5 amonestaciones. Hoy el docente debe soportar expresiones tales como: "yo no hago, no me interesa".

¡Mira si no ibas a saber de memoria los ríos de Europa, las capitales del mundo o los sistemas montañosos! 

Hoy confunden días patrios, no conocen las capitales de las provincias y no son capaces de leer (ya ni siquiera comprender) un texto de corrido. 

El perverso sistema educativo argentino a lo largo de los años fue destruyendo la educación porque: se les enseñó a no estudiar, a pasar siempre de año y muchas veces, ni siquiera a dar clase.

Por tanto, ya observo cuál será el futuro si todo sigue igual: aumentar a 200, 220 ó 230 días mañana y tarde. El resultado seguirá siendo alumnos que no saben nada o casi nada. 

El docente no es el culpable, el alumno tampoco. El culpable es el perverso sistema político destinado sistemáticamente a pulverizar una educación que aquellos mayores de 40, la pusieran en los escalones de privilegios a tal punto de ser modelo en el mundo. 

(*) Periodista de Goya, Corrientes

Edición Impresa